Por los locos de la Cooperadora que juntan dinero para arreglar la filtración en el techo de las aulas.
Por los locos que todos los fines de semana recaudan fondos para comprar pelotas y camisetas para nuestros pequeños futbolistas.
Por quienes cortan el pasto de la cancha, pintan la pared de una parroquia, u organizan una rifa para ayudar a un vecino con su tratamiento médico.
Por quienes entregan su tiempo a un Centro de Jubilados, cocinan para una institución, o llevan adelante un merendero infantil.
Por aquellos que aún se animan a integrar una Comisión o un grupo de trabajo.
Por quienes, sabiendo de antemano que tienen más por perder que ganar, se animan al desafío y deciden poner el hombro, sudor y lágrimas.
Por todos ellos, que de manera silenciosa (muy silenciosa) donan su tiempo por los demás sin pedir nada a cambio.
Porque sin ellos, las instituciones serían cáscaras sin rostro humano; edificios vacíos sin alma. Algún día será hora de reconocer a todos esos locos lindos que ayer, hoy y mañana, siguen poniendo cuerpo y corazón al hermoso gesto de abrirse y brindarse a los demás.


(Fabricio Bovier)