Plena adolescencia. Cumples de quince y más cumples de quince. Fiestas, salidas, vestidos, amigos. Comida. Mientras tanto, el estereotipo o modelo que la tele imponía era de hombres y mujeres irreales. Imágenes de personas de cuerpos hiperflacos y muy alejados del día a día verdadero, de nuestro día a día.
Fue en ese contexto en que Daniela Saavedra Bovier comenzó a sentirse gorda. Entendía que ninguna ropa le quedaba. Que ninguna prenda era para ella. Para no mirarse, tapó todos los espejos de la casa. No quería verse. No quería sentirse. Comenzó a restringirse las comidas. Primero dejó las harinas y más temprano que tarde directamente se alejó de los alimentos. Evitaba salidas con amigas y lugares donde se viera obligada a comer. «El límite fue que después de un tiempo, ya no quería comer prácticamente nada. Nada», remarca ahora Dani.
Preocupados, sus papás Lili y Marito decidieron pedir ayuda profesional. Primero probaron con Médicos; luego con Psicólogos. Pero todo seguía igual. «Lo que me decían los profesionales, me entraba por un oído y me salía por el otro», reconoce la joven. «A muchos chicos y adolescentes, la consulta con psicólogos los ya ayudado. Pero no fue mi caso», explica.
Dani comenzó a alejarse de sus amigos, de su círculo íntimo y hasta de su familia. «Uno se aleja de todos para no escuchar lo que no querés escuchar y que sabés te van a decir».
Un día, alguien les comentó a sus papás la existencia de ALUBA (Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia), actualmente llamado «Fundación Centro». Allí le hicieron una entrevista y al cabo de unas semanas le diagnosticaron «Bulimia nerviosa», por lo que comenzó a concurrir todos los días. Como por entonces asistía a la escuela secundaria, debía salir antes de clases para asistir a ALUBA. De lunes a viernes se retiraba de la Escuela Técnica para viajar a Paraná y por la noche otra vez a su casa en Viale. Así, durante buena parte de su escuela secundaria. En el medio, altibajos, recaídas, crisis, enojos. Y otra vez volver a empezar.
«Hay veces que no tenés ganas ni de vivir», me cuenta. Y sus palabras retumban en las cuatro paredes donde ahora estamos charlando. «Llegas hasta ese punto límite».
«Sin embargo, después de tantas tormentas y crisis, hoy puede decir: ‘Recibí el alta en mi tratamiento; me casé; estoy por recibirme; tengo una hija hermosa y un esposo que siempre me ha apoyado, así como también amigos que me ayudaron a salir adelante».
«Por eso yo les digo a los padres que no se dejen estar. Que ante cualquier síntoma que adviertan en sus hijos, que consulten de inmediato. Si notan que sus chicos comienzan con restricciones en las comidas, se fijan mucho en el cuerpo o que se prueban mucha ropa y que consideran que ninguna les queda bien, son síntomas para estar alertas y hacer una consulta», aconseja la joven.

Fundamental
La joven subraya a lo largo de nuestra charla dos conceptos fundamentales para poder salir adelante: Propia voluntad y contención familiar. «Yo, muchas veces, quise dejar y abandonar todo. Pero mis padres se pusieron firmes para decirme: ‘Tenés que seguir».
«Durante mucho tiempo, mi situación personal me generó enojos severos de mi parte hacia mis padres. Pero hoy debo agradecerles todo lo que en su momento hicieron para que yo pudiera salir adelante», se sincera.
«Jamás me soltaron y siempre me contuvieron. Si hubiese sido por mí, quizás hubiese dejado todo cuando comencé a sentirme mejor y considerarme curada. Pero no es así. Por algo, el tratamiento lleva su tiempo. Y ese tiempo no es el mismo para todos».

Sin celu a la hora de comer
Desde que pasó lo que le pasó, varias cosas cambiaron en la vida diaria de Daniela y su familia. Hoy, a la hora de comer, todos apagan sus teléfonos y no se mira televisión. «Ese momento lo usamos para charlar entre nosotros y no estar pendientes de un mensaje o de lo que pasan en la tele», explica.
Algo tan básico como charlar, o mirarse a la cara. Cosas que hemos ido perdiendo todos en este mundo tan acelerado, tan tecnológico.
«De esta se sale. Es mucha constancia, voluntad de uno y apoyo familiar. Pero hay salida». Y sus palabras se convierten de pronto en una luz de esperanza.

Su rol hoy: Dar testimonio de vida
Actualmente, Daniela Saavedra Bovier sigue ligada a ALUBA. Pero ya no como paciente, sino para dar su testimonio de vida. «Cada vez que hay ingresos de chicos o adolescentes, suelo ir a dar charlas para contar mi experiencia. También para los papás, ya que hay muchos padres que desconocen o directamente no saben de qué se trata la enfermedad», cuenta Dani hoy sobre su rol dentro de la institución de la cual durante años concurrió para mejorar su salud.
«Lo que yo siempre les cuento es que de esta se puede salir adelante. El hecho de poder ir y brindar mi testimonio de vida, me llena personalmente porque en su momento, yo recibí mucha ayuda».

Dónde recurrir para pedir ayuda
La Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia de Paraná (Aluba. Fundación Centro), posee su sede en Paraná en calle Courreges 456. 0343 422-1264. Facebook: Fundación Centro Parana. Correo electrónico: alubaentrerios@hotmail.com

(Fabricio Bovier)