Recordemos que siempre hubo dos propuestas contrapuestas con un mismo resultado: la anulación del hombre. Juan Domingo Perón nos dice que: “en la consideración de los supremos valores que dan formas a nuestra contemplación del ideal, advertimos dos grandes posibilidades de adulteración: una es el individualismo amoral, predispuesto a la subversión, al egoísmo, al retorno a estados inferiores de la evolución de la especie; otra reside en esa interpretación de la vida que intenta despersonalizar al hombre en un colectivismo atomizador”.
“En realidad operan las dos un escamoteo. Los factores negativos de la primera, han sido derivados, en la segunda, a una organización superior. El desdén aparatoso ante la razón ajena, la intolerancia, han pasado solamente de unas manos a otras. Bajo una libertad no universal en sus medios ni en sus fines, sin ética ni moral, le es imposible al individuo realizar sus valores últimos, por la presión de los egoísmos potenciados de unas minorías. Del mismo modo, bajo el colectivismo materialista llevado a sus últimas consecuencias, le es arrebatada esa probabilidad -la gran probabilidad del existir-, por una imposición mecánica en continua expansión y siempre hipócritamente razonada”. (Perón, “La comunidad Organizada”, Cap. XVII).
El 24 de marzo de 1976, se expresa en todo su furor la primera de las posibilidades que describimos, el neoliberalismo o sea “el individualismo amoral, predispuesto a la subversión, al egoísmo, al retorno a estados inferiores de la evolución de la especie”. Pero este atentado contra la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación, que es el espíritu de la Patria, no fue el primero en la historia de la Argentina.
La batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, en la que los liberales con aliados en tropas y dinero de Brasil y Gran Bretaña, en contra del gobierno de Juan Manuel de Rosas, que defendió heroicamente la soberanía nacional, fue tremendo en contra de los intereses de la Nación.
Vino luego, en 1930 el derrocamiento, por golpe militar, del gobierno de Don Hipólito Irigoyen, al que sucedió la década infame que termina el 4 de junio de 1943, con el triunfo del ejército nacional.
Pero esto sigue. En efecto, el secuestro del Coronel Perón, confinado en la isla Martín García en 1945, días previos al 17 de octubre, en el que se impuso la voluntad popular, fue otro intento en contra del Pueblo. Otro manotón del liberalismo.
Tras diez años de gobierno a favor del Pueblo y los intereses nacionales, desgraciadamente comienza otra etapa de terrorismo en contra de gobiernos populares elegidos por el Pueblo, con bombas en los subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, al que le sigue el bombardeo de la Plaza de Mayo, acto terrorista como pocos en la historia argentina, con más de 400 muertos, inocentes y desarmados.
El 16 septiembre de 1955, luego de una serie de encontronazos con tropas nacionales, triunfa e lgolpe militar, destituyen al Gral. Perón y al poco tiempo se instalan en el gobierno la dupla Aramburu y Rojas, que ejecutan fríamente los fusilamientos en los basurales de León Suarez en 1956. La tortura y la cárcel comienzan a aparecer como una cosa corriente en las filas del Movimiento Nacional. El cadáver de Evita es robado y es escondido, violado y mutilado. Se necesita mucho odio para hacer una cosa así. Pero siempre los liberales, aparecen como ejecutores implacables de este tipo de acciones.
El neoliberalismo decide hacer desaparecer al peronismo y lo declaran ilegal, evitando su participación en las siguientes elecciones, situación que termina con el regreso de Perón después de 17 años de exilio a la argentina, que es elegido Presidente de la Nación por tercera vez con más del 60% de los votos, por el Pueblo Argentino. Muere el Gral. Perón en 1974 y dos años después, el 24 de marzo de 1976, un nuevo golpe militar, voltea a un gobierno elegido por el Pueblo, encarcela a su presidente, María Estela Martínez de Perón, durante cuatro años en una isla en el Sur e inicia una terrible persecución, acompañada, de cárcel, tortura y muerte en contra de dirigentes gremiales, políticos y sociales en un número que algunos dicen que llegó a 30.000 y otros a más de esa cifra. Nosotros perdonamos pero no olvidamos y no podemos ni debemos perder la memoria.
Por eso estamos en la vereda de enfrente de aquellos totalmente identificados con las convicciones más profundas del nuevo orden “moderno” de la comunidad disociada: el materialismo como filosofía, el egoísmo como motor de la conducta, el lucro, la competencia y la guerra, como relaciones básicas y fundamentales entre los hombres, la glorificación de la actividad económica y técnica, la concepción de la vida humana y de la historia en términos económicos, el repudio de la filosofía y la sobreestimación de la ciencia físico-matemática, el ateísmo y la consecuente negación de un destino trascendente y de todo valor espiritual.
La justificación de la expansión y de la explotación imperial; la degradación de la naturaleza, convertida en presa de los apetitos más bajos y objeto de guerra entre los hombres; un hombre que al mismo tiempo es degradado de su dignidad en cuanto mero ser económico, y puesto por encima de la naturaleza como una cosa a la que se debe someter, explotar y expulsar de la historia. El capitalismo salvaje y el colectivismo de estado, establece que todo en el hombre se determina o se explica por apetitos económicos: el sentimiento religioso, el amor a la patria, los lazos familiares, la virtud, la lucha secular de los hombres por su dignidad, por la justicia, por la libertad, por la felicidad y la grandeza, sólo son armas camufladas de la guerra de todos contra todos por la posesión de las riquezas. No lo olvidemos, no perdamos la memoria. No olvidemos el amor que fue la relación que establecieron Perón y Evita con su Pueblo. No olvidemos tampoco sostener a rajatabla la unidad y la esperanza popular. Muchas Gracias.