Qué hablar o decir del Coronavirus, cuando uno siente que está casi todo dicho. Números hasta el hartazgo, datos fríos, datos calientes, cantidad de afectados, aislados, contagiados, muertos y la lista sigue y sigue. Y parece no terminar más.

Qué hablar o decir del Coronavirus, cuando uno mira a su alrededor y se da cuenta que el vecino está un poco cansado; que nuestro compañero de trabajo está agotado; y que nosotros mismos también nos sentimos un poco exhaustos.

Qué decir del Coronavirus cuando uno cae en la cuenta que la Nación hace campañas para que nos cuidemos (que de tan insistentes ya casi ni escuchamos); que la Provincia y el Municipio emiten a toda hora informaciones para que nos cuidemos (que generalmente ya casi ni oímos).

Y de tanta información, tantos datos y tanta cosa dando vuelta en los medios, no hemos logrado concientizarnos. Está claro: las campañas oficiales no alcanzan. ¿Y entonces?

La cuestión parece agravarse cada día un poquito más. Sucede en nuestro pueblo; ni hablar de Paraná; ocurre en toda la provincia y en la mayor parte del territorio nacional. Las campañas oficiales no están dando el resultado pretendido.

Pedimos controles, pero a veces nos molesta cuando nos controlan a nosotros. Exigimos que el de al lado se cuide, pero olvidamos nuestro propio cuidado. Reclamamos mano dura con algunos, pero nos jode si esa mano dura recae en nosotros. Queremos que nadie viaje, pero lo hacemos si sentimos que tenemos que viajar (porque lo nuestro es impostergable, vio?). En fin, queremos que todos los demás hagan cosas que a nosotros también nos cuesta. La paja en el ojo ajeno, como decía mi abuelita.

Cuando creíamos que todo había pasado y que el COVID era una enorme exageración del Estado, los medios y de intereses oscuros, nos vamos dando cuenta que el problema ya lo tenemos a la vuelta de la esquina.

Pues bien, si no alcanzan las campañas oficiales de la Nación; si tampoco basta el continuo pedido del gobierno provincial. Y si el ruego del propio Intendente del pueblo no llega a nuestros oídos, quizás sea el momento de dar una vuelta de rosca al tema. Quizás sea la hora de asumir nuestra propia responsabilidad, de mirarnos hacia dentro, de ponernos la mano en el corazón y decirnos: Yo también estoy haciendo cosas que no corresponden. Yo también estoy teniendo actitudes que pueden afectar al prójimo.

Quizás sea la hora de eso: de mirarnos un poco más nuestras propias narices; de ponernos un poco más firmes y ser autocríticos con lo que hacemos día a día. En fin, de empezar por casa lo que muchas veces le exigimos a los demás…