Siempre soñó con tener su techo propio, pero nunca podía llegar. Un día se anotó en el PROCREAR y salió sorteada. Pero no le alcanzaba para toda la obra. Por eso hizo un curso de albañilería y pudo construir su vivienda. Hoy Vero disfruta de su hogar junto a sus hijos.

Como toda familia, la de Vero siempre soñó con tener su techo propio. Pero la realidad indica -lamentablemente- que acceder a la vivienda no es algo al alcance de todos.

Un día, un conocido le preguntó si no pensaba anotarse en el PROCREAR, aquel sistema de acceso a la primera casa propia a través de un crédito hipotecario accesible. «Nunca tengo suerte», le respondió por entonces la mujer.

Sin embargo, por esas cosas de la vida, al poco tiempo que le hicieran aquella consulta, decidió inscribirse. «Nunca tengo suerte para nada. Pero al poco tiempo que me anoté, me llamaron para avisarme que había salido sorteada. Yo no lo podía creer. Y desde ese día, todo cambió para siempre», cuenta ahora Vero, sentada en la cocina de su casa propia. Se trata de una vivienda con cocina, living, tres dormitorios y patio.

Verónica Donda, de ella se trata esta historia, salió favorecida en el segundo sorteo del PROCREAR, dentro del grupo de familias sin terreno propio. Por ello, recibió uno de los 148 terrenos que la gestión Urchueguía cedió a beneficiarios del PROCREAR que no contaban con lote.

Su casa está ubicada en Barrio Moreno, a dos cuadras de Avenida San Martín. «Es un lugar muy tranquilo», explica ahora mientras comparte unos mates dulces en una mesa amplia, rodeada de sus hijos y pequeña nietita.

Pero además de la falta de terreno propio, Vero sabía que no sería sencillo poder construir la casa únicamente con el crédito. Es que en Argentina las cosas nunca fueron baratas, entre ellas, el costo de la construcción. Por eso, no lo dudó un instante cuando se enteró que en el Museo de la Ciudad se dictaría un curso de albañilería. Fue la primera inscripta y la primera en culminarlo. «Al curso lo dictó Martín Tropini (Maestro Mayor de Obras) y duró algunos meses», explica.

Para poder llevarlo a cabo, tuvo que hacer un esfuerzo bastante grande y organizar su tiempo libre entre el descanso, la familia y el curso. La mujer trabaja en el frigorífico avícola de la empresa Stertz, desde que dicha planta de faena comenzó a funcionar en el Parque Industrial, hace unos seis años. Como su objetivo era llegar a la casa propia, cuando se enteró de la existencia del curso, no lo dudó un instante y enseguida se inscribió.

Aquella capacitación significó un antes y un después para concretar el sueño del techo propio. «Ni bien terminé el curso, me compré una mezcladora de cemento y otras herramientas y pude iniciar la construcción. Pos suerte, me ayudaron mis hermanos y uno de mis hijos y así logramos tener esta casita», explica hoy con la satisfacción de ver el resultado del sacrificio.

Como el crédito le alcanzó para una parte, tiempo después pudo anexarle más habitaciones a la casa. Y mientras sigue sebando mate, de a ratos mira por la ventana. Y afirma: «Uno no puede creer que en este lugar, cuando llegamos, era sólo un terreno con malezas. Y ahora aquí estamos, con la tranquilidad de saber que ya tenemos nuestro propio hogar».