Desde muy chico, Roberto Pusch ayudó a su padre en la carpintería que tenían en la zona rural de Las Tunas. El humilde taller se dedicaba, básicamente, al enllantado de ruedas de carro.

Cuando falleció su papá, Roberto continuó con la carpintería. Y en épocas de bolsillos flacos viajaba a Viale en bicicleta o a caballo, cargando en sus hombros bolsas con huesos, botellas y cueros de iguana. En el pueblo los vendía o cambiaba por harina y fideos.A los 23 años, el hombre perdió el brazo izquierdo en un accidente ocurrido en el aserradero.

A diferencia de lo que muchos creyeron, ese accidente laboral no le impidió seguir trabajando. Al contrario: Redobló el esfuerzo y continuó firme con sus tareas de carpintería y huerta.

Años después, junto a su familia se fue a vivir a Viale.

Allí trabajó durante algunos años como ayudante de albañil. Pero su apego a la madera hizo que otra vez pudiese reinstalar su pequeña carpintería.

Además de muebles, fabricaba juguetes de madera para sus nietos. Precisamente, varios de esos camioncitos y autitos de madera siguen siendo, al día de hoy, juguetes que aún despiertan magia en sus bisnietos.