En una de las carreras, pese a que se soltó de su guía, el atleta no vidente Germán Schlude no abandonó la competencia. Cómo fue correr con deportistas de renombre internacional y marcas récords. La importancia de la contención familiar y el apoyo full time de un entrenador. El detrás de escena de un día glorioso…
Hacía hace varios meses que Germán Schlude venía preparándose para lo que sería uno de sus máximos desafíos deportivos del año: El Open Internacional de Atletismo paralímpico en Chaco, donde intervendrían deportistas de Argentina, Brasil y Chile. Dicho en criollo: el torneo más importante de Sudamérica en la disciplina y clasificatorio para el Mundial en Inglaterra.
Para ello, el joven atleta no vidente había tenido que reducir horarios escolares y actividades personales casi al máximo. «El tren pasa una sola vez y nosotros estamos dispuestos a apoyarlo», dijo la mamá a este medio hace un par de semanas.
Y esa madre estaba en lo cierto. Germán, además de contar con el apoyo incondicional de José Villagra, su entrenador, tenía el acompañamiento de toda su familia: Papá, mamá y Gise, su hermana y gran compinche.
Pero claro está, todo significaba tiempo y dinero. Los viajes continuos para entrenar en el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), ubicado en Bs. As., requerían semana tras semana juntar las monedas para que en las estadías porteñas no les faltara nada.
Pero todo tiene su recompensa en esta vida y de eso no caben dudas…
Sábado
El sábado había amanecido fresco en Chaco. Era la primera jornada del Open Internacional, donde Germán debía competir en los 100 Metros. Enfrente, como rivales deportivos, tenía nada más y nada menos que a gigantes con historia dentro del atletismo adaptado: Deportistas con récords internacionales dispuestos a defender sus marcas.
Al momento de la largada y seguramente producto de la ansiedad, los nervios y tantas cosas que se le pueden pasar a un atleta que competía por primera vez en semejante torneo, Germán no la tuvo fácil: Primero, doblarse el tobillo al partir. Luego, y esto fue lo que más lo afectó: desprenderse del guía. Recordemos que los atletas ciegos corren unidos a un guía mediante una soga que va prendida de las manos.
«El guía me dijo en ese momento: sigamos; no nos detengamos y así lo hicimos. Pero obviamente que correr sin la orientación del guía, ocasionó quedar relegados de los demás corredores», contó el vialense.
‘Luego de la carrera, me acerqué a Villa -mi entrenador- y lo noté amargado por lo sucedido. Le apoyé mi mano sobre su hombro y le pregunté: ¿Recuerdas lo que hablamos hace un tiempo, de que una de las cosas que yo lograría corriendo sería la libertad? Pues bien, hoy pude acariciar la libertad», le dijo Germán.
«Pero si bien hoy no pude conseguir primeros puestos, mañana tendré venganza. Pero no venganza sobre los demás atletas. No se trata de revancha, sino una venganza personal por lo ocurrido hoy», le dijo Germán a Villa. La venganza personal sería la carrera de 200 Metros que debía afrontar el día domingo.
Domingo
Ahora hay que mirar hacia adelante, se dijeron. Atrás había quedado lo ocurrido el día anterior, con el desprendimiento de la soga y el problema del tobillo. Tenían por delante la prueba más importante para Germán en su trayectoria: Los 200 Metros.
Nuevamente, debía correr con deportistas de renombre internacional y marcas récords: Entre ellos, los velocísimos brasileros y chilenos.
Pero estaba dispuesto a hacer historia. Y aquella tarde, bajo el sol chaqueño, la línea de llegada lo consagró Sub campeón argentino en categoría Mayores. Quien se impuso en los 200 metros fue un brasileño quien ostenta actualmente el récord mundial.
Así, aquel joven entrerriano que había llegado mitad asustado y mitad ansioso al Torneo Internacional, se volvía a su pueblo con la medalla más importante que todo deportista pueda lograr: el premio de no haber renunciado a sus sueños.
Fabricio Bovier