Durante años fue peón y hachero. Trabajó como empleado de la construcción y estibador. Fue changarín y podador. Hizo de todo en su vida, y de eso no caben dudas.
Su figura es marca registrada en las calles de Viale. Arriba de su carro, recorre la ciudad de mañana y tarde. «Cuando no puede salir, algo le falta y hasta se bajonea», cuenta Diego, uno de sus hijos. Y está en lo cierto.
Es que Juan Ceballos («Cartera», como lo conocemos todos), siempre se las ha rebuscado. Desde muy pero muy pequeño tuvo una vida de sacrificios y necesidades, y supo mejor que nadie lo que significa la palabra carencias.
Sin embargo, ello no le impidió salir a ganarse el pan dignamente. Cada día, todos los días.
«Pero mi gran sueño es aprender a leer», nos dijo Cartera el año pasado, mientras compartíamos una charla en el patio de su vivienda. «Leer es una materia pendiente en mi vida», nos confió en aquel momento.
Es que las vueltas de la vida y la imposibilidad de concurrir a la escuela (hizo sólo primer grado), le impidieron algo tan básico como aprender a leer un cartel, un cuaderno, un papel sobre la mesa, o una carta.
Pero no se resignó. Ni él ni su familia. Hace un tiempo, Soledad, su hija más pequeña, tomó las riendas del asunto y le dijo: «Ahora sí papá. Empecemos». Y comenzaron.
Sole realiza apoyo escolar a los chicos del barrio. Lo hace de un tiempo a esta parte, cuando comenzó a notar que varios vecinitos enfrentaban dificultades en la escuela. Por eso no se quedó quieta y decidió ayudarlos. Un día fabricó un pizarrón, consiguió tizas y armó un pequeño aula en el comedor de la vivienda.
Desde hace unos meses, además de los chicos del barrio, está su papá como alumno.
El postergado sueño estaba en su punto de inicio. Al cabo de unos días, Cartera se vio inmerso en un mundo tan lejano y difícil para él como el de las palabras. Pero no se achicó.
«Los días que le cuesta mucho, pierde un poco el entusiasmo. Pero enseguida retoma y vuelven las ganas de recomenzar», aclara Diego.
Caramelos de agradecimiento
Durante años, décadas, su objetivo largamente postergado fue el mismo: Aprender a leer. Sin embargo, siempre debía posponer su sueño por distintos motivos. El año pasado ya le estaba agarrando la mano a las letras, pero debió enfrentar otro obstáculo: Someterse a una importante cirugía.
Al cabo de unos meses, y luego de haber superado el tratamiento médico, Cartera decidió que era el momento de agradecer. «No me sentí solo y recibí el apoyo de mucha gente para mi operación; gracias a Dios pude salir adelante», confió a NuevaZona.
Y como el hombre sabe agradecer, el 24 de diciembre último tomó su carro y salió por todos los barrios a repartir golosinas.
«Mucha gente oró por mí y por mi salud y aquí ando hoy, recuperándome», nos dijo desde su vehículo tracción a sangre en la jornada previa a Navidad.
Ya una semana antes, todos los integrantes de su familia habían preparado 800 bolsitas de caramelos y turrones. Y hasta decoraron el carro para recorrer la ciudad.
Durante largas horas, en cada barrio y en cada casa (pero sobre todo, en la carita de cada niño), el gesto de Cartera se replicó en sonrisas. En muchas sonrisas.
Esta semana, el hombre cumplió 59 años. En el festejo hubo mate y bizcochitos. Pero también, pizarrón, lápiz y tiza.
Está decidido a conquistar su objetivo. Sabe que de a poco y con mucha paciencia, lo logrará.
-¿Cuáles serían las primeras palabras que te gustaría aprender a escribir? -le preguntamos.
-Casa, Dios, hijos
(Fabricio Bovier/NuevaZona)