Hacía apenas unos días que la guerra había comenzado. En nuestro país, todo era incertidumbre, desesperación, caos y dolor. Mucho dolor. En la comunidad toda. Pero  principalmente, en las familias de aquellos que estaban en la próxima línea de fuego y a la espera de ser convocados para Malvinas.

En ese listado se encontraba el vialense Roque Mario Trocello, Suboficial Segundo de la Armada Argentina.

Y el día finalmente llegó. Roque se encontraba aquella semana en su casa paterna de la zona de El Ramblón.

Un domingo de abril al mediodía, comisaría de Viale recibió el telegrama dirigido a Trocello. Lo citaban a incorporarse de inmediato para zarpar al día siguiente con el crucero ARA General Belgrano.

Por entonces, los domingos al mediodía no había colectivos desde Viale a Paraná, por lo que Trocello decidió detener al primer auto que circulaba por ruta 18 en ese momento.

Quien pasaba por allí era un hombre de Santa Fe, que no dudó en llevarlo hasta la capital entrerriana. “Si no tenés colectivo a Buenos Aires desde la terminal de Paraná, yo te llevo al aeropuerto de esa ciudad. Y si no hay vuelos en ese horario, te alcanzo hasta el aeropuerto de Sauce Viejo, Santa Fe”, le dijo el conductor a Trocello.

Cuando llegaron a la terminal paranaense, uno de los micros partía a los pocos minutos a Buenos Aires, pero con pasaje completo. Trocello decidió viajar parado los 600 kilómetros que separan ambas ciudades. El objetivo de sumarse al ARA General Belgrano debía cumplirse en tiempo y forma. Y así fue.

La familia Trocello nunca más supo quién fue aquel santafesino que les tendió una mano en uno de los momentos más cruciales de sus vidas. No volvieron a saber nada de ese hombre que se convirtió en un eslabón fundamental aquel mediodía de abril de 1.982.

(Fabricio Bovier/Nuevazona)