No lo voy a negar ni me haré el desentendido. De chico, yo también salí con gomera al campo. Mis amigos mayores iban con Aire comprimido. Y nosotros, los más peques, con gomera preparada. Siempre lista, con una (o varias) piedras en las mano.
Voy a reconocerlo: En más de una oportunidad bajé de un gomerazo algún cardenal, o un bracita de fuego.
Pero no olvido más el día que alguien me dijo: ¿Y cuál es la diversión de matar por matar? Quedé mudo. No supe qué responderle.
Por suerte, aquella pregunta fue un antes y un después para mí, pues desde ese día jamás volví a cargar una gomera. Ya no más piedras; ya no más horneros muertos. Adiós al matar por matar.
Ayer, caminando por la Autovía 18, encontré un búho (o lechuza, no los distingo bien) con una perforación de Aire comprimido o gomera.
Volví a ver aquel pibito que fui, ese que cargaba piedras y marchaba al campo a cazar pajaritos.
Volví a ver a ese chico que iba a disfrutar una rarísima diversión: matar por matar.
Por eso, y desde mi humilde lugar, propongo e invito al que quiera sumarse, a enseñar a nuestros chiquitos que matar por matar no es diversión, no es algo sano. No nos hace bien. Ni a nosotros, ni al mundo que nos rodea. Ese mundo lleno de pájaros y seres vivos que no piden mucho. Apenas, vivir.
(Fabricio Bovier)
