Su nombre es Julio Isidro Pérez. Pero todo el pueblo lo conoce por «El Turco». Vive en Tabossi, detrás del ferrocarril, en una vivienda cuyo frente, costado, ni patio están a la vista. La casa no asoma al exterior, pues un enorme cañaveral y varios arbustos tapan el domicilio.

Pero lo que impacta cuando uno llega al lugar no es la tupida vegetación. Lo que asombra es la larga hilera de electrodomésticos apilados unos sobre otros.

Hay radios, monitores, televisores, estufas, lavarropas, secarropas y computadoras. También, cortadoras de césped, moto guadañas y varias cajas de aceite. Y hasta un pack sin abrir de seis botellas de tomate triturado, cuya fecha de vencimiento es ya incomprobable por el estado de su etiqueta. Todos apilados, atados y en fila.

Los elementos están ubicados detrás de una cerca casera, construida con cañas y alambre que separa la calle del patio de la vivienda.

Y así surge la pregunta del millón: ¿Para qué todas estas cosas, Turco? Pero el Turco prefiere hablar de fútbol, de su vida, de sus trabajos.

El Turco Pérez nació el 18 de marzo de 1.945 en la misma casa donde vive actualmente. La vivienda perteneció a su abuela, quien murió a los 108 años, convirtiéndose así en una de las personas más longevas de Tabossi. «Yo viviré hasta que Dios me de vida; pronto voy a cumplir  72 años y por ahora vengo sin ninguna enfermedad», cuenta el hombre y la sonrisa se le marca en la cara.

Futbolista desde pequeño y hasta bien entrado en edad, changarín, hachero, estibador, recolector de objetos que los demás descartan. Facetas de un hombre sencillo y humilde; luchador de la vida.

-No tengo problemas de salud, ando muy bien -me cuenta.

-¿Y cuál es el secreto para no enfermarse?

-La fruta de Dios.

-¿Cuál es la fruta de Dios? -le pregunto.

-Todas las frutas, ya que todas son su creación. Siempre trato de comer mucha fruta -me explica. Y agrega: «Además, nunca tomé ni fumé y eso ayuda mucho»

La tarde que llegué a su vivienda me recibió con camiseta albiceleste y short renegrido de la Selección Argentina.

Sobre la espalda de su casaca asoma el apellido Messi. Sin embargo, aclara de inmediato: «No habrá otro jugador como el Negro Maradona. «Primero que Messi gane un Mundial, y después hablamos». Palabra del Turco que no da lugar a discusión.

El hombre recuerda fechas y eventos con lucidez. Sin embargo, por momentos mezcla algunas cosas. Y deja volar su imaginación cuando habla de fútbol, su gran pasión.

-Jugué en el Manchester con Tévez y varias figuras más -me dice. Yo lo escucho.

El Intendente de Tabossi, Néstor Landra, está con nosotros, compartiendo la charla. El Topo cuenta que Pérez jugó durante años al fútbol, caracterizándose por un buen manejo de la pelota y su espíritu de goleador.

De inmediato, el Turco trae de su vivienda un trofeo cuyo óxido delata el paso de los años. «Lo gané en un campeonato de Fútbol Cinco que había aquí en Tabossi. Habíamos empatado 2 a 2 y en los penales pasamos nosotros», cuenta.

-En el equipo contrario jugaba mi pariente Leandro José Matías López Bibianco, a quien yo le digo «López pal’ banco». Con el trofeo nos quedamos nosotros -repite y vuelve a sonreír.

-¿De qué equipo sos hincha? El que pregunta ahora es el Topo.

-Soy hincha de Boca, Argentina, España y Turquía, en ese orden -explica. Las numerosas camisetas colgadas en la soga así lo demuestran.

Además del fútbol, su otra pasión es el chamamé y los vecinos así lo confirman. Es común escuchar casi todos los atardeceres la voz del Turco, improvisando una canción.

 

Juntar lo que los demás tiran

Querido por todos, Pérez es conocido en el pueblo por ser recolector de electrodomésticos y elementos que la gente descarta. Así, un televisor quemado o una computadora dada de baja por obsoleta, irá a parar indefectiblemente a la pila de objetos recuperados por el Turco.

Con lo poco que posee, el hombre es feliz. Tuvo hasta hace algunos meses una pensión no contributiva, que ahora le fue dada de baja por acceder a una jubilación.

«Pese a sus carencias, jamás fue a pedir nada al Municipio. Siempre le alcanza con lo que tiene», explica el jefe comunal de la capital del camionero.

 

Espíritu comerciante

Cuentan en Tabossi que la primera vez que cobró su pensión, no quedaron gallinas en el pueblo. Pérez las compró a todas. Es que el hombre posee el espíritu comerciante que todo turco lleva en la sangre. De vez en cuando, logra vender algunos de los objetos que tiene expuestos en «su gran vidriera» que da a la calle. Con esos pesos, sumados a lo que cobra de jubilación más alguna changa, logra llegar a fin de mes.

Jamás pierde su sonrisa ni el buen humor y en las casi dos horas de charla que mantuvimos, ello quedó claramente demostrado.

No le sobra nada y, asegura, tampoco le falta nada. El hombre es feliz con lo que tiene. «Mi abuela mi crió y me educó. Y siempre me decía: ‘Mire con los ojos y deje con las manos. Nunca toque lo que no le pertenece».

Y de esa frase, el hombre hizo su filosofía de vida.

 

(Publicado en la Edición Papel de NuevaZona)