Escribe: Leandro Gillig (*)
Samuel Rebollo, jugador de las inferiores de Aldosivi, se suicidó en Buenos Aires luego de conocer que tenía que buscarse un nuevo equipo.
Otra vez una noticia triste nos golpea muy fuerte, otro pibe que decide quitarse la vida después de “quedar libre” en su club.
Inmediatamente llega el recuerdo de Alexis Ferlini y Leandro Latorre durante el 2019 -de las inferiores de Colon y Aldosivi, son hechos que nos obligan a cuestionarnos a todos los que trabajamos en fútbol formativo para ver que aporte podemos hacer desde nuestro lugar.
Desde ya que es un tema muy complejo que no merece ser tratado con liviandad, es una decisión que se toma en absoluta soledad, no existe solo un factor, no hay un solo culpable, no existe una sola explicación.
¿Qué podemos hacer los formadores? Bueno precisamente eso, formarnos, hablar con los especialistas, aprender, discutir todo y nunca cansarnos de argumentar.
Tenemos que empezar a hablar de las presiones que existen sobre nuestros pibes; ¿Qué representa para ellos “llegar” a primera? ¿Qué significa “ser” futbolista? ¿Qué imagen les venden los medios?
Probablemente esto influye en la salud mental de los jóvenes, la idea de un futbolista exitoso, que en muchos casos pudo sacar a su familia de la pobreza y es puesto como ejemplo en los programas de televisión y ahora cuenta con la aceptación social de los ricos y poderosos, esos mismos que le dan la espalda durante toda la vida. Lamentablemente lo que muchas veces no se muestra es que solo un número reducido de pibes “llega y salva a la familia” solo 1 de cada 1.800 niños federados en categorías inferiores consigue llegar a primera división.
¿Y el que no llega qué? Hace bastante tiempo se impone en el deporte, a mi parecer impulsado no solo por los medios sino por corrientes de pensamiento liberales posmodernas, un discurso exageradamente meritocrático donde, paradójicamente, en un deporte colectivo pareciera que todo lo relativo al rendimiento depende del esfuerzo individual del jugador, pareciera que los pibes ni en los entrenamientos ni en la cancha tienen permiso a equivocarse, a sentirse mal.
Cuando no se sabe analizar el juego solo se analiza el resultado final y la “actitud”.
El problema no es exigirse al máximo, en deportes de oposición todos competimos para ganarle a alguien.
El problema es no percibir que sin error no hay aprendizaje, el problema es no entender que hay un otro y que ese otro a veces juga mejor que yo y que hay días que las cosas al jugador no le salen. Si no vemos esto la consecuencia sobre la autoestima es terrible, jugar bien e intentar ser el mejor debería ser una búsqueda y no una obligación.
A veces no tomamos dimensión de los aportes que los especialistas en salud mental pueden hacer en los clubes, o se sesga ese aporte solo al aspecto del rendimiento deportivo.
Creo que nuestro rol no es solo mejorar el rendimiento sino también formar personas con valores profundamente humanos.
(*) Leandro Gillig es Entrenador de fútbol. Actualmente se desempeña en Viale FBC, entidad deportiva de Viale, Entre Ríos