De chico, de muy chiquito, sufrió carencias de todo tipo que no vamos a enumerar. De adolescente vivió en la Residencia de Jóvenes de Viale. Allí, al cabo de un tiempo, comenzó a realizar algunos cursos. Viajaba para formarse, para aprender. Quería salir adelante. Demostrar a los demás, y sobre todo a él mismo, que podría salir adelante. Su sueño era poder tener alguna vez una panadería.
Tenía recaídas, claro que las tenía. ¿O acaso alguno de nosotros cree que no las tiene a lo largo de su vida? El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…
Pero así como tenía caídas, también tenía grandes virtudes. Virtudes con mayúsculas. En octubre de 2.017, una noticia publicada por NuevaZona lo pintó de cuerpo y alma. Decía aquel título: «En un noble gesto, un joven de la Residencia devolvió dinero que encontró en un remis».
El chico había viajado desde la Residencia hasta Viale en un remis, cuando en el asiento encontró $1.600 que había quedado olvidados del viaje anterior. El pibe de inmediato devolvió la plata al conductor, quien la hizo llegar a la pasajera que los había perdido.
Aquella tarde de octubre, Juan viajaba para comprarse un par de zapatillas con el dinero que le había enviado su abuela: 300 pesos.
Sin embargo, cuando halló el dinero perfectamente acomodado sobre el asiento del vehículo, de inmediato lo devolvió.
Juan tenía un sueño. Quería salir adelante, superarse, formar una familia. Quizás, sentirse menos solo.
Pero no pudo ser. Juan (cuyo nombre real no es Juan, sino que le diremos así para preservar su identidad), tomó la tremenda decisión de quitarse la vida en la ciudad donde vivía actualmente.
Quedaron truncos sus sueños de formar algún día una familia y conseguir un trabajo digno. Quedaron truncos sus deseos de tener alguna vez su propia panadería. Muchas cosas quedaron truncas. Demasiadas.
Jamás podremos saber qué fue lo que pasó por su cabeza para tomar semejante determinación. Pero de una cosa (al menos una cosa) podremos estar bastante seguros: En algo fallamos como sociedad. (FB)
