Hace diez días, apostados en el Paso Internacional Agua Negra, a 4.780 metros sobre el nivel del mar, en plena Cordillera de los Andes, agentes de la Aduana estaban inspeccionando un vehículo que ingresaba a la Argentina desde Chile. Pero entonces se toparon con algo de otro planeta. O, en rigor de verdad, con algo que no es de la Tierra.

Distinguieron una gran cantidad de piedras en la zona del asiento trasero del automóvil de matrícula argentina. Ahí le indican al conductor que iba a ser necesario que las descartara para ingresar al país, por razones fitosanitarias. El hombre, un jubilado oriundo de Córdoba, accedió. Pero quiso (o dejó entrever, sin demasiado disimulo) una salvedad: una piedra en particular, de aspecto brillante.

Los agentes especializados de la Dirección General de Aduanas-AFIP la examinaron «y enseguida sintieron que su peso no se condecía con su tamaño», relatan desde el organismo estatal. Sospecharon que podía tratarse de un bien cultural o patrimonial. La retuvieron y elevaron un informe.

Rápidamente, la roca de 12,5 kilos y 27 centímetros de largo fue trasladada a Buenos Aires para ser analizada por el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), la misma institución que por ejemplo estudia los sismos. El SEGEMAR concluyó que se trataba de un meteorito.

La Ley 26.306 establece que los meteoritos que ingresan al territorio argentino son bienes culturales.