Construirla le llevó bastante tiempo y esfuerzo. Lo hizo junto a un amigo y con las pocas herramientas que tenía, pero con ganas y esmero.
Al poco tiempo de tenerla en uso, notó que algo le pasaba a su bici. Cada vez que la necesitaba para un mandado o una changa, el cuadro trasero estaba descentrado.
Con bastante extrañeza, la llevó a un amigo mecánico para que la pusiera nuevamente a punto. Es que debía tenerla siempre en marcha; no por placer sino por necesidad. Esa bici de doble asiento es el único vehículo que Esteban tiene.
Al poco tiempo, otra vez sopa: La bici nuevamente con el cuadro trasero descentrado y golpeado. Cansado, decidió investigar qué era lo que estaba ocurriendo. Y así fue como una siesta, mientras se preparaba para descansar un rato, advirtió que un grupo de jovencitos la sacaba sin permiso de su patio y la llevaba para dar una vueltita por el barrio. «Ahí estaba el problema», me cuenta Esteban ahora.
El problema al que refiere el muchacho no es que se la llevaran sin preguntar. «El tema es que doblaban demasiado cerrado la esquina. Por eso la golpeaban en la parte de atrás con el cordón de la calle cuando giraban. Y así se me descentraba el cuadro», explica en tono de resignación.
Esteban Acosta tiene 38 años y hace seis que vive en Viale. Llegó de la zona de Crucecitas Octava, lugar que tuvo que abandonar, al igual que muchas familias pobres del ámbito rural. No es tan complejo entender la situación: Para el que tiene poco y nada, sobrevivir en el campo es cada vez más difícil.
Por eso, en 2012, Esteban armó bolsito y se vino a vivir a Viale. Aquí consiguió empleo temporario en el Municipio como placero y podador de ramas. «Pero ahora hace varios meses que no consigo trabajo. Hago algunas changas cortando el pasto o haciendo limpieza de patios. Pero no es mucho», cuenta.
Con esfuerzo y varios kilómetros diarios por caminos de tierra desde su casa a la escuela, Esteban pudo terminar la primaria en el campo. «Pero me faltan unos años de secundaria», aclara. Para ello tiene el objetivo de averiguar cómo debe hacer para concluir sus estudios en la Nocturna. Su sueño es poder finalizar algún día el nivel secundario.
A Esteban le gusta capacitarse. «Ya hice un curso de tapicería. Tengo certificado y todo», explica con el orgullo que siente todo aquel que ha conseguido un título.
Después de años de trabajo, logró comprarse una moto guadaña Stihl. Pero tiempo después se la robaron. Y otra vez nada. «Ahora me queda una cortadora de pasto chiquita y una moto guadaña usada que tengo en reparación en un taller. Ya está lista, pero no puedo retirarla», explica. Y mientras lo dice, prefiere no ahondar en demasiados detalles. Es que ya sabe cuánto cuesta el arreglo. Y por ahora no tiene el dinero necesario.
«Por eso quiero que pongas en el diario que tengo en venta mi bici de dos asientos», me cuenta un martes por la tarde. Su esperanza es poder venderla y con ese dinero comprarse una bicicleta más chica.
Antes de irse de la redacción, deja un número de teléfono (0343 155-172353). «Poné en el aviso que corto pasto a domicilio. Tengo una máquina chica, pero si es mucho lo que hay que cortar, puedo hacer el trabajo con una cortadora que me preste el dueño de la casa», aclara enseguida.
Al salir, también salgo yo para mirarlo. Me genera inquietud verlo en su bici que parece fabricada por metro.
Esteban pedalea sin detenerse. Lo sigo mirando y quiero verlo como dobla en la esquina. Y me doy cuenta enseguida: Gira de manera perfecta, prolija, casi profesional. Bien lejos del cordón. Ese cordón que otros no tuvieron en cuenta el día que se la sacaron sin permiso, dañándole el cuadro trasero. Precisamente, por no saber girar de manera correcta la esquina.
Autor: Fabricio Bovier
Foto: César Brekel