La vialense Patricia Müller se desempeña en la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), una entidad internacional que busca desarrollar económica y socialmente a pueblos que fueron víctimas de terremotos, inundaciones o desastres. «Cuando aparecen grandes catástrofes, cualquier esfuerzo que uno haga parece insignificante, ya que es muchísima la necesidad. Pero uno debe enfocarse en las personas y no en los números», explica.

Desde muy pequeñita, a Patricia la marcó la actitud cotidiana de su mamá, cuando se desempeñaba como maestra: Durante todo el año llevaba a alumnos a su casa a higienizarlos y quitarle piojitos. La conducta de esa madre, «de puro amor y sin esperar recompensa», fue un sello que a la joven la marcaría para el resto de su vida: Hacer cosas por los demás sin pedir nada a cambio.

Pasaron los años y la vida encontró a Patricia Müller (de ella se trata esta historia) ejerciendo la docencia en Caleta Olivia, al sur del país, cuando el famoso volcán Hudson hizo oír toda su furia al entrar en erupción. Ese evento obligó a miles de personas a abandonar sus hogares y desplazarse por distintos puntos de la geografía, tanto chilena como argentina. La mujer no lo dudó un instante y junto a otros docentes y padres se organizaron para ayudar en un centro de refugiados que el Municipio de Caleta había dispuesto por entonces.

El volcán hizo su presentación en sociedad en agosto de 1991 y su erupción fue una de las más violentas registradas en la historia de Chile. Es que la explosión fue acompañada por intensas tormentas eléctricas, lluvias torrenciales y un enorme volumen de material volcánico arrojado desde el interior de la tierra hacia la atmósfera.

Tiempo después, Patricia comenzó a trabajar en ADRA (Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales), lo que la llevó por distintos países latinoamericanos. Primero fue Perú, uno de los países con mayor número de eventos naturales (deslazamientos de tierra, terremotos, tsunamis y lluvias intensas), Paraguay, Ecuador, entre otros.
Paralelamente, hizo una carrera profesional que le permitió conocer herramientas y técnicas de trabajo ante catástrofes naturales. «Lo que hacía anteriormente era lo que nos parecía y a puro corazón. Pero luego de realizar una Maestría en Desarrollo Comunitario, pude conocer técnicas y herramientas para trabajar en este tipo de hechos y así brindar respuestas», cuenta Patricia.

A principios de 2010, un hecho la marcaría para el resto de su vida. El 12 de enero de ese año, y cuando faltaban apenas unos minutos para las 5 de la tarde, Haití fue triste protagonista de una de las catástrofes humanas más graves de la historia. Ese día, un terremoto causó efectos devastadores en el país más pobre de América. En el sismo fallecieron 316 mil personas, hubo 350 mil heridos y más de 1,5 millones de habitantes se quedaron sin hogar.
Ese terremoto fue un sacudón para todas las entidades humanitarias, que se vieron desbordadas ante la magnitud de los hechos.

Junto a su grupo y otras instituciones, Patricia pudo asistir a miles de personas en Haití. Sin embargo, es muy franca: «Pese a todos los esfuerzos, la ayuda nunca alcanza», reconoce.

«Yo soy de temperamento muy sensible y el caso de Haití, particularmente, fue algo que nos sobrepasó a todos. Pero dentro del grupo, siempre hay espacios para compartir lo que uno está viviendo. Eso fortalece al equipo y precisamente ese fortalecimiento es también parte del trabajo dentro de la respuesta a desastres. Uno puede ir detectando cómo están los demás y ver si alguien necesita algún tipo de apoyo», explica.

«Cuando aparecen estos mega desastres, cualquier esfuerzo que uno haga parece insignificante, ya que es muchísima la necesidad. Pero uno debe enfocarse en las personas y no en los grandes números: Enfocarse en el niño o en la familia a la cual uno ayudó a salir de una situación caótica y ese es el motor que te ayuda a seguir avanzando», describe.
«Y cuando uno puede compartir momentos con los afectados en un refugio o una carpa, escucharlos y ponerle el hombro para que lloren o simplemente charlar con aquellos que han perdido todo, uno siente que eso es hasta más importante que distribuir alguna cosa».

Equipo internacional
Actualmente, Patricia Müller forma parte del Equipo internacional de respuesta a desastres, de ADRA (Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales) y tiene a su cargo la confección de proyectos y propuestas para lograr financiamiento ante organismos internacionales y, de ese modo, reunir fondos para las situaciones de desastre. Dicho equipo también trabaja en la atención de niños en situación de vulnerabilidad producida por un desastre.

Fabricio Bovier