Escribe: Fabricio Bovier/NuevaZona

 

De tanto en tanto, la historia de nuestro fútbol chacarero nos arroja datos pintorescos que nos ayudan a entender situaciones, contextos y costumbres de nuestra gente.

El caso que rescatamos hoy ocurrió hace ya medio siglo, cuando un árbitro tuvo que dirigir un partido de fútbol a caballo. ¿Cómo? Si, a caballo y con una fusta en la mano. Sucedió en la zona rural de El Ramblón, Departamento Paraná. A unos diez kilómetros de Viale.

El protagonista de semejante historia fue Mateo Bruno, un hombre que antes de ser adulto ya presentaba claras evidencias que sería un tipo distinto. Y así fue. Desde muy joven  participó de las luchas agrarias  y tomó intervención en distintos reclamos agropecuarios. Su objetivo no era defender a los dueños de las grandes extensiones de tierra: Su meta era mostrar las desigualdades que vivían los pequeños productores rurales y trabajadores del campo.

Mateo tenía dos grandes pasiones: el fútbol y la política. La pelota era su musa inspiradora. Durante años, fue jugador primero, y Técnico más tarde de su querido club de campo «Sacachispas», ubicado en el Distrito Quebracho.

También se hizo hincha fanático del Club Atlético Arsenal de Viale, donde fue Director Técnico durante algunas campañas. Lo mismo ocurriría tiempo después con el Club Tabossi, que por entonces se llamaba «Los Chacareros».

 

El muchacho que quería estudiar

Mateo Carlos Norberto Bruno nació el 8 de junio de 1939. Hijo de Carlos Bruno y Haydeé Brasseur, se casó con Carmen Solaro en 1965, con quien tuvo cuatro hijos.

Desde muy pequeño se dedicó al trabajo rural. Fue el más grande de seis hermanos y siempre soñó con seguir los estudios secundarios. Sin embargo, su condición de hermano mayor no se lo permitió.

En varias oportunidades, ofició de árbitro en los campeonatos de campo que se realizaban en la zona. Era conocido por su carácter implacable a la hora de realizar dicha  tarea.

Según cuentan algunos testigos de aquellos partidos, en un torneo que se disputaba en la Escuela N° 64 de El Ramblón, los equipos a enfrentarse eran tan temerarios, que no había quien se animase a oficiar de árbitro.

Por ello, alguien sin dudarlo demasiado,  convocó a Mateo Carlos Bruno. El hombre aceptó, pero con una única condición: Para dirigir ese partido, lo haría montado en su caballo y con una fusta en la mano…

Ante el desconcierto de los organizadores, había que tomar una decisión. El partido ya estaba retrasado y como la tarde comenzaba a dar paso al anochecer, había que decidirse. Así, ante las caras de sorpresa de más de uno y el asombro de los propios jugadores, al cabo de unos minutos el árbitro ingresó a la cancha, ¡con fusta y a caballo!

El partido, que en la previa muchos imaginaron de gran tensión y hasta con posibilidad de una batalla campal, se desarrolló casi en absoluta normalidad. Alguna escaramuza apenas, y nada más.

No había lugar a dudas: Los fanáticos que estaban afuera de la cancha pero -sobre todo-, los jugadores adentro del campo de juego, entendieron el mensaje clarito de ese hombre llamado Mateo Bruno.

Así, el partido se logró disputar sin ningún tipo de enfrentamiento que pase a mayores.

 

Una entidad que lleva su nombre

Como contamos más arriba, si bien la gran pasión de Mateo era el fútbol, su vida de lucha pasaba por la defensa del pequeño chacarero.

Cuando estaba por inaugurarse la filial Viale de Federación Agraria, uno de los productores propuso que la entidad se llamara «Mateo Bruno». El consenso fue inmediato y por amplia mayoría. Así, la institución lleva su nombre desde el minuto cero.

«Esta delegación de la Federación Agraria Argentina que se instala en Viale y que  sus integrantes han decidido ponerle el nombre de Mateo Bruno, es el reconocimiento fiel de todos los hombres de campo que la integran, hacia un hombre especial, que supo ganarse  esta nominación gracias a su trabajo, lucha y militancia», leyó casi entre lágrimas el locutor aquella noche inaugural.

 

El hombre que salió del individualismo

¿Quién fue este chacarero al que los productores lo describen hoy como «hombre rudo de a ratos y manso para el consejo sabio».

Bruno nació en el distrito Quebracho. Allí, en su pago chico, hizo durante su niñez las tareas rurales, pero también fue allí donde comenzó su lucha junto a sus vecinos por la reivindicación de los pequeños productores. No en defensa de los grandes terratenientes ni acaudalados estancieros, sino de los pequeños y medianos trabajadores de la tierra.

Mateo no se cerró en su quintita, sino que compartió problemas con sus vecinos, escuchó las dificultades del prójimo e hizo comunidad con sus pares. Pese a su carácter firme y duro por momentos, fue un tipo sensible, siempre abierto y dispuesto a escuchar.

 

Un antecedente en el país

El único antecedente que hemos encontrado en el fútbol argentino donde un árbitro dirigió un partido a caballo, ocurrió en 1925 en el barrio El Abrojal, de Córdoba. Allí, Vélez y Peñarol disputaban la final del torneo de Segunda División de la Liga Cordobesa.

Según escribió Juanma Velasco, el que ganaba aquel partido, ascendía a Primera División. Fue tan complicado el encuentro y tan riesgosa la actitud de los hinchas que querían invadir el campo de juego, que el  árbitro Carlos Libertario Linossi (al igual que nuestro querido Mateo Bruno), no tuvo más remedio que impartir justicia. Pero, claro está, montado a su caballo.