Don Roberto Pusch siempre se dedicó a la carpintería. De joven perdió un brazo en un accidente laboral, pero eso no le impidió seguir con su oficio. La historia de un hombre que nunca dejó de creer en la magia de un juguete de madera y lo que ello significa para un niño.

Como muchas personas a las que nunca les sobró nada, Roberto Walther Pusch, alias «El Manco», trabajó sin rezongar desde muy chiquito. Ayudaba a su padre en el pequeño aserradero y carpintería que tenían en la zona rural de Las Tunas.
Allí colaboraba con su papá fabricando todo tipo de muebles. Pero el humilde taller se dedicaba, básicamente, al enllantado de ruedas de carro, calentando al rojo vivo las hojas de hierro (llantas) en grandes fogones.
El proceso no era nada sencillo, por lo que debían juntar varias piezas a la vez y calentarlas todas juntas para darle una por una su forma.

Cuando falleció su padre, Roberto continuó con la carpintería, fabricando muebles y reparando ruedas de carro. Pero cuando el trabajo escaseaba, fabricaba ladrillos, escobas de palma, juntaba maíz y hacía huerta en su pequeño terreno.
Además, en épocas de bolsillos flacos viajaba a Viale en bicicleta o a caballo, cargando en sus hombros bolsas con huesos, botellas y cueros de iguana. En el pueblo los vendía o cambiaba por harina y fideos.

Más allá de toda época de crisis, Roberto se daba maña para sobrevivir y seguir llevando el pan a casa.
Pusch se casó con María Teresa Michel, con quien tuvo ocho hijos (Jorge, Nilda, Carlos, Raúl, Omar, Gladis, Héctor y Alberto).

Cuando tenía 23 años y dos nenes muy chiquitos, perdió el brazo izquierdo en un accidente ocurrido en el aserradero. Su esposa lo socorrió de inmediato, pero como todo quedaba lejos, la mujer le envolvió su brazo con una sábana y corrió hasta la casa de un vecino que vivía a varios kilómetros de allí y que contaba con vehículo. Luego lo llevaron a la clínica Saieg de Viale, donde recibió las atenciones médicas.

A diferencia de lo que muchos creyeron por entonces, aquel accidente laboral no le impidió seguir trabajando. Todo lo contrario. Roberto redobló el esfuerzo y continuó firme con sus tareas de carpintería y huerta.
A mediados de los años setenta, junto a su familia se fue a vivir a Viale. Allí trabajó durante algunos años como ayudante de albañil. Pero su apego a la madera provocó que luego de algún tiempo y con mucho sacrifico, otra vez pudiese reinstalar su pequeña carpintería.

Pero ahora, además de muebles y aberturas para su clientela, Don Roberto comenzó a fabricar camioncitos, cunas, sillitas de comer, sillas mecedoras y variados juguetes de madera. Todo para sus nietos.
Así, cada cumpleaños o Navidad, el abuelo llegaba con un autito de madera o un rompecabezas fabricado con retazos de pino.

Roberto Pusch falleció el 11 de septiembre de 2.001. Pero su espíritu emprendedor y amor por el trabajo siguen latiendo en cada camioncito de madera que hasta el día de hoy es el juguete más preciado de varios de sus 20 nietos y 7 bisnietos.

Fabricio Bovier