El túnel subfluvial “Uranga-Sylvestre Begnis”, significó un antes y un después para dos provincias hermanas.

En su construcción trabajaron 2.000 personas y un equipo de buzos que realizó tareas a 30 metros debajo de la superficie del río Paraná para concretar una de las obras de ingeniería más importantes de América Latina.

La vialense Ofelia Mercedes Voltolini de Caudis, quien se desempeñó en la administración durante la obra, contó hace un tiempo a NuevaZona en primera persona lo que significó ser parte del mayor desafío ingenieril en la historia de la provincia.

Suma precisión

Doña Ofelia lo cuenta con tanta precisión, que uno puede volver a revivir esa magnífica obra como si estuviese allí.

Escuchar hasta los mínimos detalles de cómo se forjó su construcción, hacen que uno prácticamente pueda ver andamios, obreros e inmensas máquinas en plena tarea. Pero también, sensaciones, olores, colores y formas.

Y de eso se trata la historia: adentrarse en los hechos, indagar formas y también conocer detalles. En este caso, saber cómo fue, cómo se hizo y qué significó la obra del túnel para dos provincias tan juntas y a la vez tan separadas por un caudaloso río. Hasta ese momento.

Ofelia nació en el campo y siendo adolescente se fue a vivir a Paraná. A los 26 años ingresó a trabajar en la obra del túnel, donde se desempeñó en el área administrativa. En una época donde la palabra “computadora” era una rareza, todo se llevaba a mano, birome y papel. Primero trabajó en Contaduría; luego en Compras y Licitaciones. “Nosotros hacíamos licitaciones de todo lo que se importaba. Hacíamos cotejo de precios y luego se analizaban las distintas ofertas que provenían de Holanda, Alemania y Suiza”, cuenta.

“Se importaban muchísimas cosas, ya que los alemanes no le tenían demasiada confianza a la industria argentina. Sin embargo, había algunas cosas nacionales que ellos aceptaban porque las consideraban de buena calidad; pero eran las menos”, señala.

Todo se llevaba en planillas, donde se inventariaba todo lo que había y se controlaba el stock. Cada tuerca o herramienta que ingresaba a la obra, se inventariaba en fichas hasta que ese material era dado de baja mediante un comprobante.

“No había computadoras, todo se llevaba a mano. Sin embargo, el último año que trabajé allí llegó una computadora de gran tamaño. Era parecida a una que la empresa José María trajo a su oficina de Viale”, recuerda.

“La gente saltaba de alegría”

Cuando se inauguró, la gente no podía creer estar pasando bajo del río. Al principio de la obra, nadie podía entender cómo iba a transitar en auto bajo del agua. “Fue impresionante ver a la gente los primeros días; no salían de su asombro”.

“El día que se inauguró el túnel, todos festejaban y saltaban de alegría. Fue hermoso haber vivido ese momento”, explica.

Hasta el día de hoy, cuando viaja a Santa Fe, la mujer siente un gran orgullo al pasar por el túnel. “Es como una parte de mí”.

(NuevaZona)

Ofelia, la mujer ubicada a la derecha de la foto