(Escribe: Marcelo Albarenque)
Hace poco menos de dos años –noviembre de 2015- escribí en este mismo medio, un columna de opinión sobre el ballotage que se avecinaba en el cual –finalmente- los votantes eligieron mayoritariamente la propuesta de CAMBIEMOS, encabezada por el actual presidente, Mauricio Macri. Sin haber elegido esa propuesta, por respeto a la soberanía popular y por beneficio de la duda, personalmente deposité alguna expectativa en la gestión que iniciaba –a pesar de los antecedentes de Macri como Jefe de Gobierno Porteño-.
Está demás decir que estas tímidas expectativas tardaron pocas semanas en diluirse, conforme se conocía el carácter elitista de las primeras medidas de la gestión CAMBIEMOS:
-Eliminación de retenciones a la renta minera –cuando la lógica indica lo contrario en una actividad extractivita, de un recurso no renovable, que sale del puerto sin valor agregado, con altísimo pasivo ambiental y en soló beneficio de capitales extra nacionales-. Esto fue presentado –por supuesto- como un incentivo a las inversiones en el sector, la cuales no aumentaron en términos relativos.
-Pago irrestricto al grueso de los fondos buitres. Presentado como una negociación, la cual consistió básicamente en preguntar cuanto se debía –a Paul Singer y cía- y, abonar cash vía transferencia con intervención de la banca internacional (se puede googlear la foto del ex ministro Prat Gay sonriendo vaya a saber uno porqué, al momento de realizar el pago). Con esto, el estado argentino se convirtió no solo en el hazmerreír de la comunidad financiera internacional, sino también fue origen de preocupación para los mercados de canje de deuda de estados soberanos.
-Devaluación del 37 % en un espacio de días, a la cual se lo presentó como un sinceramiento del valor de la divisa de referencia (dólar). Esta decisión de política económica tuvo –como mínimo- dos grandes ganadores: los importadores de productos que sustituyeron a los producidos en el país y, los capitales especulativos que compraron “dólar futuro” obteniendo en espacio de meses una ganancia mayor al 40 %, lo cual representa la renta de varios años de una actividad industrial promedio.
-El Macrismo, con esa especial falta de sensibilidad que lleva impresa en sus genes, aumentó injustificadamente las tarifas de servicios públicos básicos (electricidad, gas, agua) bajo el pretexto –nuevamente- de generar inversiones y, con la excusa de la existencia de un precio implícito del servicio (cuando en realidad fijar el precio es una herramienta de política económica). Ellos, que se jactan con orgullo de su origen empresario (suponiendo que esto es una virtud) saben que no existe una empresa que aumente inversiones cuando obtienen sin ellas ganancias fueras de lo común: no tienen necesidad de invertir para obtener la renta pretendida. Si pensamos mal podríamos relacionar el aumento de la tarifa eléctrica –por ejemplo- con las vacaciones que tomó la familia presidencial –marzo 2016- en la estancia de Joe Lewis, quien es accionista mayoritario de EDENOR (una de las grandes empresas de energía ganadoras con este esquema de tarifas dolarizadas).
-La gestión de CAMBIEMOS que nos ofrecen como ejemplo a seguir a EE.UU. y Europa (la nieve trae progreso diría Jauretche) eliminaron vía decreto una ley antimonopólica –como las que existen y aplican EE.UU y Europa- cuál era la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, devolviendo al Grupo Clarín el manejo monopólico de la producción y distribución de contenidos de Radio, TV, servicio de Internet y ahora de telefonía fija.
Existen, como podrá suponer el eventual lector, una larga lista de etcéteras. En tren de no aburrir y, de no decir obviedades agrego –como sostenía en la columna de 2015- que como país tenemos la ventaja de tener –al menos- dos grandes espacios partidarios de origen nacional y popular –en el cabal sentido del término-. Claro que ambos espacios han prestado su estructura para planes económicos anti nacionales y anti populares: el PJ en los ´90 con Menem a la cabeza y hoy la UCR con Macri a la cabeza, para deshonra del buen nombre de Hipólito Irigoyen, de Leandro Alem, de Arturo Illia, de Frondizi y del propio Raul Alfonsín. Aun así debemos enfocar el esfuerzo en recuperar este origen en ambos espacios.
Del Macrismo soló podemos esperar más de lo mismo: falsas promesas de la tierra prometida a la que llegaremos en el segundo semestre de algún año indeterminado y, un discurso voluntarista de autorrealización más propio de Claudio Maria Dominguez que de un Presidente de la Nación.
En conclusión, al momento de emitir el voto sugiero no hacerlo por la propuesta oficial de CAMBIEMOS digitada por Rogelio Frigerio. Cualquier oferta electoral es mejor que confirmar el escabroso camino en el que estamos.