Verte por el barrio hacer los mandados; mirarte con el mate en el banco de la plaza; apreciar tu caminar lento pero firme; estar atento a las necesidades de tu mamá y tu familia.
Pablito, ese hombrecito que iluminaba nuestro barrio, nuestra calle. Con su sonrisa, con sus charlas, con su andar.
La bondad fue tu sello característico y la sinceridad tu marca registrada.
Estuviste siempre al lado de tu gente. Para asistirla, para acompañarla, para decir: “Aquí estoy”. Y ellos estuvieron a tu lado. Siempre, siempre.
Hoy seguirás presente, querido amigo. Muy presente. En nuestro barrio y en nuestra calle. Abrazo al cielo, Pablito…
(Fabricio Bovier)
