Leandro Nahuel Gaut tiene 18 años, cuatro cirugías, cinco ingresos a terapia intensiva y unas ganas tremendas de vivir. Le encanta ir al campo, dar pases con la pelota y encontrarse todas las tardes con sus amigos del barrio.
Hace poco más de un mes (el 21 de mayo último, para ser precisos), fue sometido a un trasplante de riñón, debido una insuficiencia renal crónica que arrastra desde que era muy chiquitito.
Todo comenzó siendo bebé, cuando le detectaron la válvula de la uretra posterior obstruida. «Ni bien le encontraron ese problema, los Médicos nos dijeron que eso traería consecuencias de por vida. Es que la válvula obstruida hace que el niño no pueda orinar del todo, generando retención de orina. Con el paso del tiempo, ello termina provocando una insuficiencia renal crónica; y eso es lo que le ocurrió finalmente». Quien lo explica es Iván Gaut, papá del joven y eslabón central en esta historia.
Es que Iván fue precisamente quien le donó, hace poco más de un mes, uno de los riñones a su hijo.
Siendo bebé, los Médicos le explicaron a la familia que Leandro requeriría cuidados para siempre. Y que en algún momento de su vida (generalmente ocurre en la juventud), el chico necesitaría un trasplante de riñón. Ello fue lo que finalmente sucedió este 21 de mayo.
Juntos
Los dos (papá Iván y su hijo Leandro) se internaron el 20 de mayo en la Clínica de Nefrología y Urología de Santa Fe. Al rato ingresaron a terapia y al día siguiente ambos fueron operados.
Hace algunos meses, tanto Iván como Luciana, su esposa, se habían sometido a diversos estudios para analizar la compatibilidad de sus riñones con el de su hijo. Y ambos estudios arrojaron que los dos eran compatibles. Es decir, tanto papá como mamá tenían la posibilidad de donarle un riñón.
«Ya lo teníamos decidido con mi esposa. El que tuviera que donar, lo haría sin ningún problema». El objetivo era que Leandro no tuviese que seguir con diálisis, tratamiento que se estaba realizando desde hacía unos treinta días.
«Por decisión nuestra y apoyados por el consejo de los Médicos, finalmente decidimos que sea yo quien le done el riñón», explicó el papá.
La fe mueve montañas
Al rato que el chico recibió el trasplante, su riñón comenzó a funcionar. «De cirugía ya salió orinando y los Médicos nos explicaron que todo había resultado de manera óptima», cuenta.
Hace unos días, padre e hijo viajaron otra vez a Santa Fe a realizarse controles pos operatorios. Los análisis no arrojaron ningún inconveniente «y hoy por hoy los dos nos sentimos muy bien».
Iván otra vez pudo volver a su trabajo diario y Leandro retomó su vida habitual. «Ya anda otra vez con sus amigos del barrio. Se juntan todos los días, van al campo y puede llevar una vida bastante normal; obviamente que respetando todos los cuidados y requerimientos diarios».
Coma farmacológico
Hace dos años, Leandro tuvo una descompensación muy grave que lo llevó a un coma farmacológico. En ese momento, quien lo atendió fue el Médico Maximiliano María. «Estamos profundamente agradecidos con él por la atención recibida», explicó la familia del joven.
Iván y Luciana son creyentes. Y desde hace años se aferran a su fe para afrontar lo que les ha tocado durante todos estos años. «Siempre nos decíamos con mi esposa: Si pudimos zafar de tantas, también superaremos ésta. Y así fue. Gracias a Dios, hoy andamos re bien, tanto Leandro como yo».