Todo comenzó un día cuando Maira -amiga de la familia- invitó a trabajar a Lujana Bovier en el supermercado chino que había abierto hacía un tiempo en Viale. Ese sería el puntapié inicial de una larga relación.
En aquel momento, dos de las propietarias del comercio estaban embarazadas, por lo que necesitaban alguien de confianza que les cuidara los bebés que llegarían prontito. Y los papás de Lujana (Graciela y Rubén), ocuparían ese rol durante mucho pero mucho tiempo.
La familia de Maira ya estaba cuidando a Ivana, la mayor de las niñas de origen chino que vivían en nuestra ciudad.
Y el nacimiento de Uma y Kevin, fue una dulce llegada para la familia Bovier. Como no tenían nietos, Graciela y Rubito se encariñaron de inmediato y le dieron todo el amor desde el minuto cero.
«Al principio fue todo un desafío, por el tema de su nacionalidad, sus creencias y su cultura. Pero de a poco nos fuimos metiendo en su familia y ellos en la nuestra», cuenta hoy Graciela Pérez.
Así, ellos le festejaban cada cumpleaños. Los papás de los chiquitos iban también a su casa. Había torta, gaseosa y hasta sorpresitas de cumple para entregar a los amiguitos del barrio.
Pero cuando Uma cumplió los 2 años e Ivana los 4, sus padres los llevaron a su ciudad en China para que conozcan su cultura. Al cabo de un año, las niñas regresaron a la Argentina. Estaban un tanto cambiadas. «Si bien se acordaban perfectamente de nosotros, al principio no se nos acercaban», cuenta Graciela.
Sin embargo, al cabo de unos días, las chiquitas comenzaron a aflojarse otra vez y más temprano que tarde volvieron a entablar la relación con la familia vialense.
Tiempo después nació Nicolás (hermanito de Uma e Ivana y primo de Kevin).
Cuando cumplieron 3 años, comenzaron el jardín. Fue todo nuevo para ellos y sus papás no sabían cómo hacer. Por ese motivo, pusieron de tutores al matrimonio de Graciela y Rubén («tío y tía» les decían los peques).
Con la ayuda de Yamila y Mayco (papás de Uma, Ivana y Nicolás), y de Eva y Ale (padres de Kevin y Kimi, que nacería unos años después), le compraron mochilas, guardapolvos, vasitos y toallas para el jardín.
«Como estaban tanto tiempo con nosotros, los chiquitos aprendieron a comer nuestras comidas. Les encantaba las milanesas, empanadas, pizzas y el asado. Eran prácticamente unos argentinos más».
Jony Bovier («nuestro hermano», le decían los chinitos) llevaba semanalmente a Kevin a la práctica de fútbol al CA Arsenal. Muy pronto se hizo fana del Verde de Arroyito y del Rojo de Avellaneda. Por su parte, Uma e Ivana comenzaron a entrenar Hockey, también en Arsenal.
Muy pegada
La que más se encariñó, sobre todo con Rubén, fue Uma. «Él le daba todos los gustos y la nena lloraba cuando tenía que irse de casa».
Incluso, la chiquita era la única que en determinadas ocasiones podía convencer a Rubén para que tomara algunos remedios.
Los pequeños los acompañaban a la cancha cada domingo y su gran placer eran las tortas fritas y los girasoles de la cantina futbolera.
No sólo los domingos eran firmes compañías. Cada Navidad y año nuevo, los chiquitos también compartían la cena y los regalos de la casa.
El apellido de los nenes es Zhu Lin. El día que comenzaron el jardincito, la maestra preguntó a todos los alumnitos de la sala su nombre, edad y gustos de cada uno. Cuando llegó el turno de los chiquitos de China, y para sorpresa de la Seño, al unísono respondieron: «Nuestro apellido es Bovier».
Desde hace ya un tiempo, todos los niños se encuentran viviendo en el país asiático. El contacto que mantienen con la familia vialense es a través de video llamadas. «Nos hicimos muy amigos. Ellos sintieron mucho la partida de Rubén y hasta el día de hoy lo recuerdan con mucho amor».
Los peques visitan Viale en las vacaciones de invierno. Durante las semanas que pasan aquí aprovechan a full el tiempo con Graciela y sus hijos: Fútbol, torta frita, empanadas y asado. Y claro está, muchas sonrisas, besos y abrazos.

