Yohana Fucks: “Hoy me llaman traidora los mismos que han hecho un carnaval de mentiras, ocultamientos y negociados”

(Profunda y reflexiva carta de la docente de Viale)

 

Hace seis años soy maestra. Apenas seis. Docente de poca experiencia para algunos. Una mujer joven. Una profesora de enseñanza primaria, que no cuelga del cuello medallas ni guarda doctorados bajo el brazo, que la habiliten para llegar a ser importante. Una más de tantas que recorre a diario la ruta 18 a dedo para llegar a la escuela, que ingresa a un barrio marginal a dar clases, que paga de su bolsillo fotocopias y útiles, y aporta toda su energía en la lucha en la calle cada vez que nos manifestamos ante las patronales de turno. Una de las tantas seños que pelea por la vida y la educación de sus alumnos, que vuelve a casa cargada de historias duras y alivia ese peso en los rostros sonrientes que consigue tras la superación de un obstáculo que sortean sus gurises. Una simple maestra de base.

Imprudente, incorrecta, soberbia, desafiante. Todos calificativos que se me fueron otorgando por los jueces que tuve en cada etapa, cada vez que discutía fervorosamente defendiendo mis ideas, ante aquellos que representaban mi autoridad. Jamás perdí el respeto por ninguno de ellos, pero nunca me achiqué cuando estaba segura que lo que defendía, representaba la fidelidad a mi misma. Mis padres, mis docentes, directivos, funcionarios de mi pueblo, periodistas y vecinos, pueden dar testimonio de ello. Un espíritu indomable que no doblegaron, por más hirientes fueran las consecuencias por sus actos que le tocara afrontar.

Hoy me sigue sucediendo lo mismo. Y sigo recibiendo juicios, ataques y condenas, cada vez que alguien no comparte mis modos de acción, mis formas, mis medios. Pierden de vista la razón de esas luchas, paso de ser aliada a enemiga en un suspiro, del aplauso al repudio en un pestañear. Y lo soporto con altura, sin buscar victimizarme, es más, lo considero válido y necesario, porque de eso se trata la libertad de expresión y la democracia.

Soy una simple maestra de base. Una que no acepta puestos ni «chapas» que la alejen de la realidad diaria con la que lidia en un aula, y a la que intenta mejorar. Esa realidad que no es decorado en discursos llenos de emblemáticas frases dichas por aquellos que hace tiempo vienen sin mojarse las «patas» los días de lluvia ni transpirar el guardapolvo los días de calor; es una realidad que te hace valorar todos los días lo poco que uno tiene, y que te da el enorme impulso para buscar ayudar a los que te necesitan aún asumiendo los enormes riesgos a equivocarse, a disentir, a encontrarse a veces solo ante las decisiones. Soy de esas maestras que asume el coraje de pelarse las rodillas contra el suelo, o de recibir azotes sociales por no seguir una única línea para conseguir sus objetivos, objetivos que siempre (equivocada o no) tienen por finalidad el bienestar común y no intereses personales, aunque en mi caso sean coincidentes. Hoy me llaman traidora, los mismos que han hecho un carnaval de mentiras, ocultamientos y negociados, a espaldas de esas bases que dicen defender. Han levantado votos en contra de lo mandatado por los maestros de su departamento, han apoyado medidas de la patronal que hoy empobrecen el doble el bolsillo de los docentes, se han manifestado a favor de reclamos que sólo representan colores políticos y sin consultar a sus representados. Salen agresivamente contra un grupo de maestros, que no están ni cerca de tapar encuentros y los transparentan porque no necesitan esconderse de nadie, que asumen la responsabilidad enorme de ser sentenciados por no respetar la institucionalidad sindical de un gremio que dice que lo más valioso que tiene son «sus bases», pero que denigra y ningunea su rol para hablar ante una autoridad que debe dar las respuestas. Desertora del sindicato, por aprovechar una oportunidad para manifestar cara a cara al funcionario del poder a quién le compete el dar respuestas urgentes ante las demandas del sector, me alinean con un partido y me intentan anular, cuando tantos dentro del gremio tiene su militancia en diferentes partidos y movimientos y hasta han formado parte de listas en épocas de elecciones.

De mis compañeros Rojo y Negro aprendí, que se es RyN para el afuera y para el adentro también. Celebro que mis compañeros demuestren su descontento, sus dudas, sus reproches, porque así de democrática es nuestra agrupación. Otros han salido a brindarme apoyo y no se permiten ser confundidos por aquellos que nos miran de la vereda oficialista sindical o algunos otros que saben muchísimo en la teoría, que en la práctica cuando no coinciden abren nuevos espacios, pero que condenan la libertad de acción en los otros, ningunean logros porque son ajenos, juzgan por recibir a un ministro pero al mismo tiempo reclaman participación.

A los simples maestros de base como yo, les ruego luchen contra este sistema burocrático y estructurado. El sindicato debe existir y es, sin dudas, la institución que debe representar y defender los derechos de los docentes de cualquier Gobierno. No hay que combatirlo, hay que saber elegir quien nos represente. Y tranquilos, no hablo de mi misma cuando nombro posibles dirigentes. Yo simple maestra de base, hice uso de los espacios que se me dieron por escribir una carta, que preferí no quedarme en la comodidad de hablar en los medios de ese escrito, sino que intenté ser la voz de cada uno de los maestros que como yo, damos el alma y la vida por la educación de las generaciones. Una simple maestra de base que adoptó sin buscarlo, un rol protagonico que le costó lágrimas, amenazas, perseguimiento, injurias, broncas y violencia, pero orgullosa supo no callarse, no venderse y no negociar. Eligió el diálogo, como recurso válido también para sumar a las conquistas del conjunto. Entendiendo que no existe una única forma de luchar, aprendiendo de la historia misma que muchas mujeres defendieron sus derechos humanos y laborales, infinidad de veces siendo muchas y en otras tantas, donde las circunstancias así lo generaron, decidieron ser valientes solas. Hoy esta simple maestra de base, es embestida por ese mismo aparato sindical que la representa. Es atacada por gente que la doblega en poder, en prensa, en cargos, en alcance, y en instrumentos de defensa. Por un sector que promueve la igualdad de derechos, la democracia de pensamiento y acción, que repudia la represión, la violencia a las mujeres, pero usa todos sus recursos para afectar y descalificar a una afiliada que no se comportó de acuerdo a sus parámetros y estándares de representatividad. Hoy todas las versiones que circulan son verídicas, menos la de la maestra.

Escuché a cultos sabios pregonar sobre el poder del pueblo, sobre la fuerza popular, sobre el valor de cada ciudadano. Decidí hacer uso de ese notable poder, que reside en cada uno de nosotros, y se me condena. ¿Qué es lo escandoloso? ¿Dejar al descubierto lo que los grandes dirigentes sindicales no lograron contando con todo el aparato y los recursos? ¿Desestabilizar por mantener una reunión para contar la realidad docente y que después se juzgue y cuestione a la docente y no hacia adentro por sus manejos o hacia la autoridad por saltar el protocolo? Estoy en un sector social de lucha, no en una secta. Estoy en un gremio, no en una dictadura. La misión de un docente no debería reducirse solo a su intervención en el aula, sino tambien a usar los espacios que se consigan para mantener la coherencia en su lucha; por eso si se hace, se gana o se pierde, pero no intentarlo es en sí mismo una derrota.

A cada estudiante o aspirante a maestro, no permitan que nadie los limite, ni que los invisibilicen, radica en nosotros una grandiosa fortaleza, sientan siempre orgullo por su rol de simple maestro. Rebelense contra todo lo que los oprima. No combatan los organismos pero luchen por volverlos honestos, valiosos, donde todos tengamos derechos y podamos hacer uso de ellos. Donde se predique con el ejemplo y luego se interrogue sobre las conductas de otros. Consigan que el amor a sus alumnos y el respeto de ellos hacia ustedes, sea el eje de su vocación y su trabajo. Mejorar la calidad de vida y de educación de nuestros gurises debe ser el foco que nos ilumine en nuestra tarea. Y no las notas o las aprobaciones de los que no viven ese vínculo y no entienden cuando es esa la razón que nos sostiene en esta noble tarea. Ningún elogio o agravio ajeno a ellos, puede dar cuenta de la clase de maestros que somos. Y no esperen un cargo jerárquico, una suma de escalas burocráticas, ni un sello de puesto relevante para sentirse capaces de expresar sus reclamos, busquen nuevos caminos, apoyen lo que consideren válido sin dejar de crear alternativas, sean sinceros con los demás y leales a ustedes mismos. No se sientan más que nadie, en una escuela todos somos importantes. Escuchen a los padres, a los ordenanzas, a los superiores y a los compañeros, aprendan de las críticas y corrijan sus errores, pero no dejen que alguno los haga sentir menos, sientan el honor de vestir una chaqueta blanca. Y sobre todo, siéntanse felices y complacidos, si se permiten aprender de sus alumnos, esos que sin importar sus cortos años y su falta de conocimientos, suelen ser los mejores maestros. Ellos representan lo más genuino y extraordinario de nuestro poder.

Muchos tienen la facultad para impedirme participación en algunos sectores, pueden generar opiniones en contra, pueden desacreditarme o posicionarme última en un ranking de aprobados para ciertas acciones, pero no pueden controlar mi espíritu, no pueden impedir que siga luchando, aprendiendo, defendiendo lo que creo justo. Pueden decidir entre tenerme como compañera apasionada, incontrolable y políticamente incorrecta, o excluirme, intentar enfrascarme, marginar mis aportes, denigrar mis capacidades, calificarme de loca, detractora y hasta explusarme de sus círculos de lucha, pero igualmente seguiré siendo indomable e inflexible. Decidan de una u otra forma, seguiré siendo una molestia persistente en defensa de mis gurises y de mis colegas, seguiré siendo la incómoda astilla que no se quita.

Yo amo ser maestra con todo mi corazón. No elegí serlo, pero encontré en ello mi misión en esta vida. Y por ese fuego sagrado que llevo dentro de mi, que no analiza demasiado las alternativas, simplemente se deja manejar por lo que siente y por lo que persigue, he perdido mucho. Pero tambien he sembrado huella, esa huella marcará el camino de los alumnos que han pasado y pasarán por mi salón para transitar hacia sus sueños. Y eso solo hace que todo valga la pena.