(Entrevista de Marcelo Albarenque Rausch)

 

Sacerdote Diocesano de la Arquidiócesis de Paraná, cursó  estudios de Teología y Filosofía en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo de la Ciudad de Paraná. Su último destino pastoral fue la Parroquia Santa Rosa de Lima en Villaguay, hasta que toma licencia en Diciembre de 2015. Durante su ejercicio pastoral tomó conocimiento de casos de abusos por parte de un ex párroco de Villaguay, los cuales son investigados por la Justicia entrerriana. Días atrás el hasta ahora Padre Pepe solicitó formalmente la dispensa al Papa para regresar al estado laical.

 

Pepe, ¿cuándo enviaste la carta al obispo de Paraná en la cual informas tu decisión de tomar un año de licencia? Y, ¿cuáles fueron los motivos de esta decisión?

La carta la envié en diciembre de 2015, no recuerdo exactamente la fecha. Mi propuesta original era tomar licencia desde febrero de 2016, pero hubo nuevas diferencias con el obispo que hicieron que adelante la licencia.  Dentro de los motivos de mi licencia, que son varios, el manejo de la causa Ilarraz -resonante caso de un sacerdote acusado de numerosos y sistemáticos abusos dentro del seminario de Paraná- es uno de los principales. Para nosotros fue una movida que arranca en 2010, cuando junto a un grupo de sacerdotes de la diócesis, presentamos una carta al entonces obispo Maulion, en la cual le pedíamos que se proceda adecuadamente con este tema. En esas fechas ya teníamos el dato concreto de una víctima, por lo cual presentamos esta carta de la que no tenemos respuesta hasta hoy. Pasan los meses, el Papa acepta la jubilación de Mario Maulion y llega Puiggari. Desde la curia (sede administrativa del Arzobispado) nunca se nos convocó por este grave asunto. Sabemos si, que una de las víctimas fue a verlo varias veces al obispo, ya que su preocupación era que Ilarraz seguía oficiando como sacerdote. No sucede nada hasta que se publica la noticia en el medio ANALISIS y, recién ahí arranca la causa penal y el tratamiento mediático del tema.

En paralelo, durante el año 2013 fui destinado a la parroquia de Villaguay. El 20 de Mayo de 2015 -aniversario de mi ordenación sacerdotal-, media hora antes de la misa, se acerca una persona a hablar conmigo. Era hermana de un joven de Villaguay que había sufrido abusos por parte de Marcelino Moya en sus años de Párroco en Santa Rosa de Lima. Estos hechos serían del año 1997.

De manera inmediata le solicité a esta chica que coordine una reunión con el joven, se concreta esta reunión y escasos días después estábamos reunidos con el Fiscal general de la Provincia Jorge García en la sede de Fiscalía en Paraná, para formular denuncia penal por los hechos. No iniciamos procedimiento eclesiástico porque tanto yo como a la víctima nos parecía que no tenía sentido.

¿Cuál fue la reacción del clero en general y del Obispo frente a esta nueva denuncia de abusos?

Nuevamente, como en la causa Ilarraz, el obispo y otros curas no tomaron a bien que acompañemos a estas víctimas. La actitud del obispo fue siempre negar los hechos, desconocer los hechos, dice no tener conocimiento de lo de Moya. Hay que decir que siempre llamó la atención que Moya se fue de manera repentina de Villagay, se va con los cascos azules de Naciones Unidas a Chipre. Cuando vuelve queda vinculado al ejército, creo que ya destinado a Campo de Mayo. Luego en 2001 aproximadamente regresa a la diócesis, de manera solapada, muy de capa caída.

 

Cuando acompañas a las víctimas en el proceso de denuncia contra Moya, ¿cuál fue tu postura frente a la comunidad de Villaguay, directamente afectada?

A partir de ese momento manifesté públicamente mi postura frente a estos hechos y noté una comunidad divida. Sobre todo por mis críticas respecto de las actitudes del obispo. En las reuniones pastorales que hacíamos en la Parroquia manifesté que estaba dispuesto a irme de Villaguay, si mi postura personal causaba división en la comunidad. Cosa que finalmente sucedió meses después.

 

¿Cuál es el estado del clero diocesano hoy o en el momento de tu licencia?

Personalmente ahora en los papeles soy sacerdote, pero ya tomé la determinación de solicitar la dispensa al Papa y dejar de ejercer el ministerio. Fue un desgaste de muchos años. No sólo por estos dos casos conocidos de abusos, sino porque todo sigue de la misma manera. Hay otros sacerdotes de la diócesis que renunciaron, todos decepcionados con la institución, por no querer cambiar. El tema de abusos es uno de los principales problemas. Actualmente hay sacerdotes, miembros activos del clero de Paraná sobre los cuales sabemos de hechos de abusos sexuales. Por otro lado, claro que no es lo mismo, hay otros curas que hacen doble vida: mantienen una relación afectiva consolidada heterosexual u homosexual. En esos casos la transgresión es la misma, por faltar al celibato. Algunos curas que tienen hijos y no los reconocen, ni se hacen cargo. Lo grave no es que tengan hijos, sino que no los reconozcan. Se tienen que hacer cargo, es la responsabilidad como persona y obviamente como cristiano. Deben responder al llamado de la paternidad. Otro asunto grave es la relación de ciertos curas con el dinero y el mal uso que hacen de los bienes eclesiales.

La otra gran cuestión que toca al clero de Paraná y que no está resuelta es el tema San Rafael (en referencia al éxodo de seminaristas y sacerdotes a Mendoza por diferencias ideológicas con Karlic, ocurrido en 1981). Es un gran tema que nunca se habló en la diócesis, nunca se reflexionó. No se distingue quien es quien, se tapó esto y se siguió como si nada pasó. Pero todos sabemos quienes siguen enviando seminaristas a San Rafael, son cosas que se siguen arrastrando. Hay un clero dividido ideológicamente, es una realidad que no se quiere asumir.

Tenemos que sincerarnos, tenemos que sacarnos las caretas. Esa es la forma de solucionar las cosas. La iglesia tiene que hacer terapia, si sigue todo como está cada vez cada vez será peor, porque hoy cada quien hace lo que quiere. Cada sacerdote hace lo que puede o lo que le gusta, cada uno con lo suyo. Somos cada vez menos creíbles, la gente descree. Se pierde la vida religiosa de los fieles en definitiva. Hay desatención de la vida espiritual de los bautizados.

 

Este estado de situación, ¿cambia si cambia el obispo o tiene que cambiar otra cosa?

No alcanza si cambia al obispo, la diócesis tiene una patología que merece un tratamiento para abordar mucho de los problemas. No es un problema de una persona solamente. El obispo es hijo del seminario de Paraná y es a su vez padre del seminario de Paraná. Es Hijo porque responde ideológicamente a Tortolo y esa escuela, si bien él no se va a San Rafael.  En la última charla que tuve con él, después de mi licencia le dije: vos tenés que cerrar el seminario de Paraná, sino seguimos reeditando la vieja historia, estamos contaminados por la formación y es lo que estamos comunicando y transmitiendo. Cerrar el seminario es una forma de empezar otra vez, de nacer de nuevo. Claro que él no va a querer, porque cerrar un seminario es una mala nota para el obispo visto desde Roma. Mucho más si se trata del Seminario de Paraná, considerado en la época de Tortolo como uno de los más importantes de Latinoamérica.

 

Te pido una reflexión final sobre los hechos del Carmelo de Nogoya, por los cuales hay una superiora investigada por privación ilegitima de la libertad.

Una escuchaba cosas del convento, porque algún cura comentaba, pero no cuestiones específicas. Luego por los medios uno toma conocimiento y termina atando cabos. Esto que ocurría en el convento, con el ejercicio de prácticas inhumanas, es lo mismo que se enseñaba en el seminario de Tortolo, Ezcurra, etc. Es nefasto. Son prácticas atroces para la realidad humana y espiritual. El que me diga que para vivir la fe, una persona tiene que vejarse y someterse de esa forma, es una persona que no entendió nada y está totalmente confundido.

A futuro tenemos que entender que lo fuerte pasa por el laicado, no por las congregaciones religiosas. El clero y la vida religiosa siempre fueron vistos como una forma superior de Fe y, el obispo algo casi divino. En este esquema tradicional, el laicado era el último lugar, allá abajo, relegado en la vida de la fe. Por supuesto que a la Iglesia institución y al cura le conviene ese relación de poder.

 

Pasó un año de tu carta al obispo, la cual creo que no registra antecedentes en las Diócesis, ¿la volverías a escribir en estos términos? Sí, la vuelvo a escribir más convencido y  hasta le agrego algo.

(Foto: Canal 9)