Generalmente viajaban en coche-motor (unidad ferroviaria). Otras veces lo hacían en un Renault 4. Y en más de una vez tuvieron que hacerlo caminando.

De lunes a viernes, Myrta Mendieta D’Agostino daba clases en Tabossi. Viajaba  junto a Malena D’Agostino y Niní Zapata.

Aquel 29 de marzo de 1.972 (fecha que jamás olvidarían) estaban por viajar a Tabossi en la Renoleta, pero Myrta recordó que antes de partir tendrían que pasar por el banco de Entre Ríos. El motivo: La Escuela le había encargado que comprara en Viale estampillas para libretas de ahorro, una modalidad habitual y muy utilizada por aquel tiempo.

“Esa mañana, yo llego al banco, y encuentro la puerta entornada. Le hago fuerza para ingresar y me doy cuenta que alguien del otro lado le hacía más fuerza y no permitía que la abriera”, recuerda  Myrta.

La mujer insistió durante unos segundos, hasta que finalmente le abrieron. El hombre que estaba adentro le dijo, casi gritándole, que pasara. Y enseguida la tomó fuerte del brazo. “Yo, hasta ese momento, no entendía qué era lo que estaba ocurriendo”, cuenta hoy.

“Era un hombre alto de cara alargada, patilla y que llevaba puesta una campera gris de gabardina con cierre”. Minuciosos detalles de alguien que no olvidará más su rostro.

Myrta seguía sin entender nada. Recién entraría en razón, cuando vio que todos (clientes y personal del banco) estaban tirados en el piso, atemorizados. “Estaba sembrado de gente boca abajo”.

“Como yo en ese momento era la única que seguía parada, alguien de atrás del mostrador, le ordenó al que vigilaba la puerta y que estaba conmigo: ‘Tirala al suelo a esa hija de puta”.

Fue en ese momento, cuando sintió el golpe: El tipo de la puerta, el de patilla y campera gris de gabardina, le asestó un puñetazo seco y certero. “Ahí me caí al suelo sin poder reaccionar”.

Cuando volvió a levantar la mirada, notó que algunos lloraban y otros temblaban.

Al cabo de unos minutos, alguien dijo: “Se fueron” y esas dos simples palabras sonaron casi como  salvadoras. Otra vez volvía el alma al cuerpo. La banda se había ido en un taxi que los aguardaba  frente del banco. Luego seguirían su huida en un avión, que los aguardaba en el camino de tierra. El hecho se conoció como el «golpe del siglo» en su momento.

Uno a uno, y todavía con mucho temor, los clientes y empleados comenzaron a salir del local.

Myrta corrió al taller de Chacho, su marido, para contarle lo que había sucedido hacía apenas unos minutos. Le costaba hablar. Su cuerpo aún temblaba.

“Pero nuestra responsabilidad era ir a trabajar, así que después que pasó todo, tuvimos que irnos a Tabossi”. Y se marcharon.

Cuando iban llegando a la zona conocida como “puente del asilo”, encontraron el taxi (el vehículo con el que se había cometido el ilícito apenas un rato antes!).  No lo podían creer. El coche del asalto, frente a sus narices. ¿Seguiría todavía allí la peligrosa banda?

No lo dudaron y regresaron a Viale, a la comisaría. Tenían que denunciar que el vehículo del atraco  estaba al costado del camino. ¿Fin de la historia? Todavía faltaba para el final.

La vieja estanciera que hacía de patrullero en comisaría de Viale partió por el polvoriento camino de tierra. Y allí lo encontró: sobre la banquina estaba el Valiant Serie II, chapa de taxi 056. Las puertas del vehículo, todas abiertas. Menos el baúl.

Cuando llegaron, los agentes abrieron de inmediato la tapa del baúl, y allí lo encontraron. Transpirado, atado de pies y manos y aún en estado de shock. Era el pobre taxista que la noche anterior sólo buscaba cumplir su trabajo en las calles de Paraná.

Ese Valiant utilizado para llegar a Viale era un taxi que aquella madrugada habían robado en la capital entrerriana. Lo sorprendente fue que -junto con el taxi-, también se llevaron al taxista. Atado y amordazado, el hombre viajó junto a sus secuestradores en el baúl. Y recién vería la luz del día varias horas después, cuando los agentes policiales lo hallaron deshidratado, casi desvanecido y todavía amordazado.

Al taxista lo encontraron, precisamente, a partir de la actitud de tres sencillos maestros. Maestros que una mañana de marzo de 1.972 fueron testigos y protagonistas de la jornada más intensa de sus vidas.

(Fabricio Bovier/NuevaZona)

El Valiant Serie II, abandonado a 7 kilómetros de Viale (Foto Archivo El Diario)