Corría el año 1.987, cuando un camión repleto de vecinos de Viale partió a visitar la Virgen de San Nicolás. En la caja del vehículo viajaban unas doce personas sentadas en sillas y bancos que Mario Villabalba, propietario del camión, había colocado especialmente para aquel viaje.
Cansados pero sonrientes, luego de varias horas la delegación arribó a destino. Llegaron y se ubicaron en los lugares que aún quedaban disponibles dentro de la Basílica.
En un momento, y mientras todos se encontraban en el interior del templo, Griselda Vignola Demaría salió un ratito afuera. Extrañamente, en la enorme explanada de la Basílica no había prácticamente nadie. Sólo un grupo de adolescentes que a la sombra de un árbol tocaba la guitarra.
“En ese preciso momento sentí que un fuerte olor a rosas me abrazaba con su aroma. Miré para todos lados, como buscando las plantas o las flores, pero no hallé nada. Nada a mi alrededor”, cuenta hoy a la distancia Griselda, mientras compartimos unos mates dulces en la cocina de su casa.
Cuando la mujer divisó al grupo de chicos que cantaba bajo el árbol, le hizo un pedido especial a la Virgen: Aprender a tocar la guitarra para cantarles a las personas internadas en el Hospital.
Al finalizar aquella tarde, volvieron a Viale en camión.
Pasó el tiempo… Un día, mientras Griselda se encontraba en su casa, se le vino a la mente aquel pedido que le había hecho a la Virgen. De inmediato le preguntó a María José, su hija, si podía enseñarle algunos acordes. “A los dos meses, yo ya estaba en el hospital compartiendo canciones con los pacientes”, cuenta.
“Comenzamos con Yoli Aimone y Juana De los Santos, con quienes fuimos al hospital semanalmente durante mucho tiempo”, explica.
“Compartíamos canciones y hacíamos una oración junto a los enfermos. Tiempo después se sumaron más mujeres a nuestras visitas”.
“Un día, el entonces párroco Julio Schroeder me dijo que en muchas viviendas había enfermos que quizás se sentirían agradecidos si yo también los visitaba”, explica. Así fue que comenzó a recorrer casas particulares donde había personas convalecientes.
Aquello que comenzó como agradecimiento a la Virgen, continuó semanalmente. Así, y de manera ininterrumpida durante estos treinta años una vez por semana Griselda sigue visitando con su guitarra a numerosos enfermos.
Un día, luego de regresar del hospital, alguien le acercó un libro sobre la Virgen de San Nicolás. Uno de los mensajes de la Virgen decía: “Aquél que huele el perfume de mis rosas, conmigo camina”.
Desde hace tres décadas, cada jueves, Griselda sigue haciendo honor a aquel mensaje.