El 29 de junio de 2018, asistimos a una charla en la Escuela Normal de Viale sobre consumo problemático. La jornada estuvo a cargo de  Sebastián Mascherano, quien brindó su experiencia como adicto en recuperación.

Lo que hasta ese momento yo creía que era una noche más, no lo fue. Después de la charla y de sacarse una foto con él, no me olvido más la frase que me dijo en ese momento: «Mamá, anda a casa, que tu hija tiene algo para contarte».

Yo quedé muda, no entendía nada. De regreso a casa, esa noche Camila estuvo inquieta, se acostaba, se levantaba, iba y venía por la casa mientras yo preguntaba qué pasaba y nada. A las 5:30 de la mañana, me dijo: Mamá, me voy a bañar; hace mate y hablamos.

Sus palabras fueron: «Mamá, necesito ayuda, no puedo sola con esto». Yo no sabía de qué hablaba (o en realidad sí, pero en el fondo pero no quería escucharlo). Fue ahí que puso en palabras lo que pasaba; y mi mundo se desmoronó.

Sin embargo, no dejé que la situación me aplaste. Lo primero que hice fue buscar recomendaciones en internet sobre lugares de internación y encontré «Aprender a Vivir», en Concepción del Uruguay. Martín y Facundo me atendieron, me transmitieron tranquilidad y me explicaron que cuando una persona toma la decisión no hay tiempo para esperar: Debía internarse ya mismo.

Llamé a una pareja de amigos, al papá de Camila; mientras ella en llanto armaba su bolso.

En realidad, no sabía a dónde iba, sólo tenía la tranquilidad que me transmitieron y una dirección. Nada me importaba; sólo ayudar a Camila.

Emprendimos el viaje y a las 17 horas ingresamos. Después de una entrevista me explicaron en qué consistía el tratamiento. Nos hicieron conocer la casa y…había que despedirse… Un beso, un abrazo, dejar una parte mía allí y emprender el regreso.

Días, noches enteras llorando, pero siempre recordando las palabras de quienes la recibieron: «Mamá, anda tranquila. Descansa que tu hija está cuidada».

Los días pasaban y su ausencia se notaba demasiado.

Llegaron los primeros llamados, salidas por la zona, primeras visitas a casa…

Fue un proceso largo y doloroso, desgastante en todo sentido. No es fácil para el adicto como tampoco para la familia acompañar y sostener una internación. Pero nada es imposible!

Duele…Duele…Duele…y mucho.

Nunca me avergoncé de lo que pasaba; al contrario, decidí hacerlo público para justamente transmitir el mensaje de que cuanto más nos negamos a ver la realidad, más perdemos a nuestros hijos.

Vi mucha gente llegar a una internación como así abandonarla. El adicto es manipulador y haciendo creer que está bien, muchas veces pide volver a su casa. No fue nuestro caso; Camila se internó de manera voluntaria y siempre le dejé muy en claro que lo que se empieza se termina «El que abandona no tiene premio». Se lo recordé cada vez que nos despedíamos.

Hoy estamos a un mes de su alta, gracias a su buena voluntad, al acompañamiento del equipo terapéutico y a todos los que mandaban palabras de aliento.

Estoy muy orgullosa de ella, ya que cuando tuvo un problema lo enfrentó. Y si bien es una enfermedad que no tiene cura, el primer paso está dado. Hoy tiene las herramientas para seguir en este camino: «grupo, programa, padrino, servicio». Hoy solo resta accionar y poner en práctica todo lo aprendido.

Y como el nombre de la Fundación lo dice: «Aprender a vivir», que es algo que todos debemos aprender. Yo creo que cuando las cosas pasan es por algo y hoy tenemos una gran misión como es la de «transmitir el mensaje» de que sí se puede salir de esto, pero solos no. La familia debe acompañar, ya que es fundamental para poder lograrlo.

Hay una frase que siempre recuerdo: «La recuperación está en manos de quien realmente la desea y va por ella».

Agradecida a la vida, a un Poder Superior que nos sostuvo y a todo ese equipo que no sólo acompañó a Camila en su proceso, sino a nosotros también.

Se puede, no hay imposibles. Sólo hay que proponérselo e ir tras ello.

Hoy tenemos proyectos juntas y una vez más vamos tras eso.

Gracias a todos los que acompañaron y lo siguen haciendo…Gracias Nueva Zona por ayudar a transmitir este mensaje.

Gaby, mamá de Camila

(Foto: Fabio Franco)