Hay chicos. Hay jóvenes. También hay padres, madres, tíos. Son vecinos y familias que un día decidieron enfrentar el problema de las adicciones.

Es que en algún momento se encontraron con que el problema de la droga estaba golpeando las puertas de la ciudad. Posteriormente notaron que había llegado al barrio y más temprano que tarde advirtieron que era su propia puerta la que ahora golpeaba.

Y decidieron actuar. Moverse. No ser indiferentes ante la indiferencia de muchos y ante el dolor de los chicos.

Se llamaron, se convocaron, se reunieron. Se encontraron. Y lo siguen haciendo mediante charlas y mates todos los lunes en Viale FBC.

Este viernes hicieron torta frita para reunir fondos en el salón de la Iglesia Evangélica Congregacional. Y la respuesta fue inmediata: Se agotaron en pocos minutos.

El grupo «Ni un pibe menos por la droga” se sigue reuniendo y organizando. Reconocen que el camino es largo y para nada sencillo. Pero saben que el primer paso (y el más difícil), ha sido dado. Ese que indica que para buscar una solución al problema, lo primero que debe hacerse es reconocer el problema.

Hoy saben que estamos ante un presente muy duro. Pero también saben que cuando las experiencias se comparten, hay futuro y hay esperanza. (FB)