Habían pasado unos minutos de las 4 de la tarde del 2 de mayo de 1982, cuando dos torpedos lanzados por el submarino nuclear inglés Conqueror impactaron en la popa y la proa del ARA General Belgrano y el buque comenzó a sumergirse en el agua ya sin remedio.

De los 1.093 tripulantes, 323 desaparecieron en el mar. El resultado es conocido: En sesenta minutos, el buque argentino quedó totalmente tapado por el agua congelada y aún hoy es considerado como un crimen de guerra en Malvinas.

Sin embargo, siempre –pero siempre- en los momentos más duros surge una luz de esperanza, porque hay flores que nacen en medio de las duras piedras.

Luego del hundimiento, se puso en marcha una fenomenal tarea de rescate de los sobrevivientes.

Quien intervino en ese operativo fue el Sub Oficial Mayor Carlos Ruitort, oriundo de Nogoyá. Ruitort logró rescatar a numerosas personas, entre ellos, al vialense Roque Mario Trocello.

«Comenzamos el rescate de las balsas el 3 de mayo (al día siguiente del hundimiento), en medio de una fuerte tempestad. Nos tirábamos atados son soga desde nuestro barco para llegar hasta las balsas, y así poder traerlas al barco», explicaría luego Ruitort en una entrevista con NuevaZona hace un tiempo.

«A Roque Mario Trocello lo rescatamos el día 4 de mayo (dos días después del hundimiento) y como los botes no estaban en buenas condiciones, el trabajo fue muy duro».

La balsa de Trocello estaba con el agua prácticamente adentro. “Y como ambos éramos entrerrianos, le hablé de la provincia en ese momento, para tranquilizarlo un poco».

Lo que más le impresionó al rescatista fue ver gente con pies y manos quemadas por el congelamiento. «Trocello caminaba con los talones, ya que no podía apoyar la planta de los pies». Es que hacía más de 48 horas que naufragaba en el bote a la deriva y en un océano helado.

«Cuando buscábamos sobrevivientes, en varios casos encontramos con balsas vacías. Por ello tuvimos que comenzar a hundirlas, para no confundirnos. Es que volver dos veces al mismo bote hubiese provocado perder minutos vitales en una situación tan apremiante».

Desde aquella vez, Roque Mario y Carlos comenzaron una amistad que duró años, hasta la muerte en el año 2002 de Trocello.

«Siempre que podíamos, tratábamos de vernos. Roque Mario fue un gran hombre. Y un agradecido de la vida…»

Porque se sabe, hay flores que también nacen en medio de las rocas.

(Fabricio Bovier)