María decidió que su cirugía tenía que esperar. Si bien en principio estaba estipulado realizarse su operación cardíaca para este mes, ella prefirió postergarla para más adelante.
Es que María Brupbacher tenía un objetivo que cumplir, un objetivo como tantas otras metas que ha concretado en su vida.
Y por eso decidió suspender la cirugía del corazón. Prefirió presentarse al acto de colación de su ansiada Escuela Secundaria. Ese título que se le había negado siendo joven por motivos laborales.
Pero siempre se puede, pensó. Y al igual que tantas veces anteriores en que demostró que ella podía, María se fijó su objetivo: Concluir el secundario.
Finalmente, la noche del 7 de diciembre de este año, la mujer de 44 años recibió su esperado diploma. No fue una noche más. Junto a ella, también recibieron su certificado de finalización de estudios su hija Camila y su yerno Yair Maximiliano Gutiérrez.
“Lo hicimos los tres juntos al secundario y fue un sueño realizado. Una meta lograda”, cuenta ahora, con la satisfacción del deber cumplido.
El día que se inscribió para comenzar la Escuela Secundaria de Adultos Nº 9 “Pte. Arturo Illia”, no pensó que apenas una semana después también se inscribiría su hija y su yerno. “Yo les insistí para que se anoten. Por suerte, se inscribieron y aquí estamos hoy: hemos finalizado los estudios”, explica ahora.
El primer día de clases, una compañera les dijo: “No imagino compartir aula con mi madre. Pero con mi hija simplemente sonreímos. Es que somos re compinches y para nosotros fue algo hermoso”.
Durante todo el cursado, María se convirtió en una especie de mamá de todo el grupo. Siempre alentando a los chicos para que estudien, para que no falten, para que hagan las tareas. “Continuamente les enviaba whatsapp para recordarle fechas de exámenes o para instarlos a que no olviden de hacer alguna actividad que nos había pedido el profesor”, cuenta.
Nunca la tuvo fácil. Pero bajar los brazos no figura en su diccionario. Siempre siguió adelante. Hace alrededor de quince años, tuvo un ACV que le dejó varia secuelas. Entre ellas, serios déficit de memoria. Por eso siempre pensó que en el estudio, ese problema de salud podría complicaría mucho. Pero no. Con esfuerzo y sacrificio, pudo hacer la escuela.
Y mal no le fue. María tuvo el mejor promedio, distinción que la convirtió este año en abanderada de la celeste y blanca.
Y cuando hablamos de esfuerzo y constancia, a las pruebas nos remitimos. Durante toda su escuela secundaria, María tuvo una sola falta. Apenas una en tres años.
Por eso, las lágrimas durante el acto de colación significaban mucho más que una simple emoción por obtener un título. Esas lágrimas eran una clara postal de alguien que sabe lo que significa el esfuerzo, y que por ello valora los logros obtenidos.
Y piensa seguir. Los tres piensan seguir. María ya se inscribió a la carrera de Enfermería. Mica, su hija, cursará Magisterio. Y Yair continuará en la Escuela de Policía.
Los tres demostraron que se puede. Y cuando los jóvenes tuvieron algún bajón en el estudio o temor por un examen, allí estuvo María. Para apoyarlos y contenerlos. Y así como ella los acompañó durante estos tres años de secundaria, hoy los sigue apoyando para que comiencen sus estudios terciarios.
Porque se puede, vuelve a decirles. Siempre se puede. Y así lo acaban de demostrar.