«Nunca es tarde», reza un viejo dicho popular para sostener que siempre se está a tiempo de hacer aquello que no hemos podido realizar en un determinado momento.
Y si hay personas que pueden dar fe de lo que significa esa frase, son aquellos que se animaron a inscribir sus nombres en la Escuela de Adultos Nº 9 «Presidente Arturo Illia , con el objetivo de concluir algo que en su momento no pudieron lograr.
Elsa Neivert, Angélica Miller, Rosario Rodríguez y Mabel Herdt pueden dar cuenta de ello. Son cuatro mujeres -cada una con su familia, sus trabajos y sus hijos- que por motivos de la vida no pudieron transitar las aulas durante su adolescencia. Sin embargo, ello no les impidió que un día, de «grandes», se propusieran como meta volver a las aulas.
Y aquí están hoy, culminando sus estudios secundarios. Y mostrando, a nosotros (pero sobre todo, a ellas mismas), que se puede. Siempre se puede.
No hubo obstáculos que les impidan alcanzar el sueño de finalizar su Escuela secundaria. Hubo piedras, claro que sí, siempre las hay. Pero nunca se quitaron de la cabeza lo que querían. Y hace apenas unos días, subieron al histórico escenario de su institución, a recibir el diploma de flamantes egresadas.
De chicas no tuvieron la posibilidad de estudiar. Luego llegaron los hijos y cuando se hicieron grandes decidieron hacer el secundario. Así lo vive la mayoría de personas que cursan en una Escuela de Adultos.
Hay un hilo conductor que a estas cuatro mujeres las une: el apoyo de su familia, y la contención y empuje que les dio la propia Escuela de Adultos. «Pasamos frío, calor, distancias. Pudimos con nuestros trabajos y todos los quehaceres de la casa», cuenta Elsa.
Rosario agrega: «Era algo pendiente; yo vivía en el campo y viajar era una dificultad. Ahora me decidí a hacerlo y con el apoyo de mi familia pude lograrlo».

Palabras simples, de gente simple que nunca bajó los brazos
Sin embargo, en el camino quedaron muchos, lo que muestra a las claras que la senda no es sencilla y que los obstáculos están a la orden del día. «El orgullo de terminar es muy grande. Fueron muchos los que empezaron en nuestro mismo curso y no pudieron terminar. Nosotros hoy podemos decir: valió la pena. Es un orgullo para la familia, para nosotros y para nuestros hijos», señaló Angélica.
El rol de la Escuela no fue menor en todo esto. Las cuatro egresadas destacan el apoyo que se les brindó durante todos estos años. «La institución nos abrió siempre las puertas, para que podamos concluir nuestros estudios. Aquí, a nadie se le dijo que no. Esta Escuela nos dio la oportunidad de poder cumplir nuestro sueño», resalta Mabel.
Este 18 de diciembre, las cuatro alumnas recibieron su ansiado diploma, junto a otros 17 egresados. 17 sueños de personas que un día tomaron la decisión y dijeron: Se puede