Su nombre oficial es “Paseo Francisco”, pero todos lo conocemos como “el Cristo”.
Ubicado en la intersección de Avenida San Martín, 3 de Febrero y Urquiza, es quizás hoy uno de los símbolos más conocidos de la ciudad y es el monumento que recibe y despide a quienes ingresan y se van de Viale.
El encargado del mantenimiento es Diego Kerps, trabajador municipal que tiene a cargo dicha tarea desde que el Paseo se inauguró, allá por diciembre de 2013.
“Muchos me cargan por mi función, diciéndome `vos sí que estás bien protegido”, cuenta Kerps entre sonrisas. “Pero mi trabajo es como cualquier otro; sólo que a mí me corresponde mantener el Cristo y su predio”, explica.
Una calurosa siesta de enero, un playero de la estación de servicios Oil (ubicada enfrente), lo llamó para que acuda de inmediato al lugar. Pero Kerps no se encontraba en Viale, por lo que no pudo asistir. Al regresar, le contaron el porqué de la llamada telefónica. Una jovencita que no era de aquí se había metido al agua sólo con ropa interior. Era la manera que había encontrado la chica para soportar la tremenda temperatura de la jornada.

Benditos lunes
Los días lunes suele ser la jornada que más trabajo requiere el Cristo. Luego de los fines de semana, aparecen flotando en el agua vasos, potes de helado y hasta botellas, lo que obliga a realizar una limpieza exhaustiva del lugar.
Estos años, el lugar se ha convertido en cita obligada para quienes llegan por primera vez a la ciudad, que aprovechan para tomarse fotos allí. Reclaman cuando no está prendida la fuente, pero la misma sólo se activa algunas horas al día y si no hay demasiado viento, “para no derrochar agua”, aclara el encargado.
El Paseo Francisco se inauguró en diciembre de 2013 y contó con el apoyo de cuatro denominaciones religiosas: Iglesia Católica, Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Iglesia Evangélica Luterana e Iglesia Adventista del Séptimo día.
La imagen del Cristo Resucitado mide 6 metros y pesa 6 toneladas. La obra fue llevada a cabo por la gestión Urchueguía y realizada por la escultora nogoyaense Valentina Fernández. El lugar cuenta además con dos fuentes de aguas danzantes.
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