Tenían apenas 15 años aquel verano, cuando Bruno Barzanti y Walter Pato Dalmasso decidieron iniciar un emprendimiento. Querían comenzar a trabajar en algo, pero no sabían muy bien en qué.
De chicos siempre habían soñado con tener una bici propia, pero nunca habían podido concretar su sueño. Para dar una vuelta en el barrio, conseguían la de un amiguito, o la de una vecina.
Siendo adolescentes lograron armar sus primeras bicis. Consiguieron dos cuadros viejos, algún asiento y lograron comprar cámaras y cubiertas. Ahora había que armarlas. Había que empezar.
Y así, casi como un juego, estaban dando inicio a lo que sería su futuro emprendimiento.
Se iniciaron en un antiguo galponcito de calle Mendoza (ubicado al lado del actual local comercial), propiedad de la familia Barzanti.
Las primeras bicicletas que recibieron fueron las de unos vecinos, que con más dudas que certezas, le dejaron sus vehículos de dos ruedas para que el dúo dinámico las repare.
“Estábamos en tercer año del secundario y sólo podíamos abrir cuando no estábamos en la escuela”, recuerda Bruno. El cartelito escrito con birome y colgado en la puerta lo aclaraba: “Abierto únicamente por la mañana y por la tardecita”. Claro, los chicos cursaban de 13 a 18 horas en el Instituto Comercial.
A veces, y para que no estuviese tantas horas cerrado, José Luis Sione (vecinito de la cuadra), les pedía la llave, abría un rato y recibía pedidos de los clientes.
“Trabajábamos mucho los fines de semana durante la madrugada. Era la forma que teníamos de recuperar tiempo y avanzar con las reparaciones”, cuenta Pato Dalmasso.
Se la ingeniaban para pasar los crudos inviernos en una piecita: Un calentador a querosene era su aliado para las noches más frías.
Durante muchos años se dedicaron también a armar y pintar bicicletas. Pero como no tenían equipo y pistola para hacerlo, al principio pintaban con una máquina doméstica de fly.
Después, y durante muchos años, le armaron las bicicletas a Rodados Vitor. “El día viernes armábamos durante varias horas y hasta la madrugada. El sábado entregábamos y cobrábamos el trabajo”, cuenta Barzanti.
De a poco, el negocio fue creciendo. En un momento, lograron exclusividad con una fábrica de Rosario, y pudieron vender más de mil bicicletas. También anexaron la venta de repuestos y accesorios.
Hoy, Bicicletería “La Vialense” es un clásico de la ciudad. Un negocio a cargo de dos amigos y socios que –casi sin saberlo al principio- comenzaron un emprendimiento que hoy cumple treinta años.