A los obstáculos que recibió en su vida los enfrentó con la escritura. Sufrió limitaciones físicas, pero logró sobreponerse. No vende sus libros, sino que los regala a conocidos, bibliotecas y Escuelas. Por estas horas, trabaja en su obra número doce.
Dora Salcedo es una escritora oriunda de la localidad de Las Tunas y radicada desde hace varios años en la ciudad de Viale. Durante muchos años fue corresponsal del semanario Paralelo 32 y la revista El Tren Zonal.
Su amor por las letras la ha llevado a publicar 11 libros y actualmente trabaja en lo que será su obra número 12.
Ha publicado diversas reflexiones sobre la vida, el trabajo, y los derechos olvidados de las mayorías.
Los libros de Dora tienen una particularidad: No se venden. Es que desde hace más de una década, con lo que cobra del arrendo de un pequeño campo de su propiedad, lo destina a la impresión de sus libros. Los mismos luego son entregados de manera gratuita a sus conocidos, amigos, bibliotecas, medios de comunicación y escuelas.
La escritora reconoce que a su primer libro lo publicó con seudónimo, “ya que tenía temor de exponer mi nombre cuando comencé”.
“Mi primer trabajo apareció con el seudónimo Iris Del Campo”, Iris porque es mi segundo nombre y Del Campo porque yo venía sin experiencia del campo literario”.
Hace unos años, la familia de Inés Risso de Ledesma, quien fuera maestra de sus hijos, le donaron todos los libros que tuvo ella en vida y con todas esas obras pudo leer muchísimo. “Con todo ese material pude investigar”, explica.
“Cuando uno tiene cierta edad, debe buscarle un sentido a su propia vida. Sobre todo, después de una cirugía de alta complejidad y de vivir con un solo pulmón. Todas esas limitaciones físicas me llevaron a verme impedida de realizar todo lo que yo hacía anteriormente. Yo sabía desde niña diversas tareas de albañilería, mecánica y modista. Sin embargo, de un momento a otro, verme con tantos límites generó dificultades en mí y provocó que tuviese que buscar cómo superarlos. Por eso encontré en los libros una descarga necesaria” explica.
El libro que escribe actualmente es un análisis de noticias publicada por periódicos locales (entre ellos, NuevaZona), “donde analizo con mi punto de vista, que no por ello signifique que esté dentro de la verdad, si no que es mi mirada y mi planteo”.

Solidaridad en el campo
Con una mirada llena de nostalgia, Dora describe algunas vivencias de su infancia en el medio rural. “En el campo, la gente era muy solidaria y todos nos ayudábamos porque todos nos necesitábamos. Era la forma de tener una comunidad unida, pero la llegada del auto hizo que cada familia sea más independiente una de la otra, y así nos distanciamos todos un poco más. En mi casa, teníamos un tractorcito con el asiento atrás y era el vehículo con el cual salíamos a hacer las cosas”, explica.
“Estos últimos años se ha perdido el respeto por el prójimo y la solidaridad. Creo que debemos volver a respetarnos más. Me cuesta entender que para reclamar algo, haya que entorpecer la vida de los demás”, razona sobre la modalidad de algunas manifestaciones actuales.
“Creo en Dios, porque entiendo que debemos buscar un apoyo superior en la vida. Mi papá sufrió mucho la muerte de mi madre. Tanto lo afectó, que veinte años después él se suicidó. Pero los golpes que uno recibe se convierten en su principal escuela, así como también las limitaciones físicas de uno”.
Hoy, Dora ha logrado sobreponerse a todos los golpes de los que habla. Y en esa senda es que escribe por estas horas su nuevo libro. No baja los brazos y en su encuentro diario con el lápiz y el papel sigue luchando y apostando por la vida.
Y así lo cuenta: “No debemos dejar de ayudarnos los unos con los otros para salir adelante. No vendo mis libros, sino que los regalo con lo que cobro del arrendo de 12 hectáreas, que adquirí con la herencia que me dejó mi padre. Los entrego si cargo, ya que considero que el Dios dinero no es lo máximo en esta vida”.