Pocos podían creerlo cuando comenzó a instalarse. Pero con el correr de los meses, la iniciativa fue tomando cada vez más forma. Y lo que surgió como una necesidad ante la falta de aulas, pronto se transformó en un verdadero jardín de infantes. Un jardín que funcionó durante años (muchos años) en un vagón ferroviario de madera.

Comenzó en sus inicios como “Club de niños pintores”, en base a un programa nacional que había sido gestionado por la propia Escuela Normal. Luego, y con el correr del tiempo, se transformaría en jardín de infantes “Diente de Leche”.

Su primera maestra fue Irene Vitor, quien junto a un grupo de docentes y colaboradores de la entidad, pusieron a punto el vagoncito, pintándolo, arreglándolo y dotándolo de mesitas, sillas y elementos necesarios para poder funcionar.

El número de chicos iba constantemente en aumento. Por ello, a los pocos meses, se sumaría también como maestra la señora Pichona Grinóvero.  Juntas llevarían adelante y por varios años el jardincito del vagón.

Luego, otras maestras llegarían para brindar enseñanzas a los chiquitines.

Por el “Diente de leche” pasaron cientos y cientos de chicos de todos los barrios vialenses. Algunos venían “de enfrente”, ya que vivían en las viviendas del ferrocarril (recordemos que la Escuela Normal funcionaba por entonces en el actual Museo de la Ciudad). Pero otros alumnitos llegaban desde el barrio Centenario, La Loma, Bellaco y del centro.

“Ya no recuerdo si adentro del vagón hacía demasiado calor en verano o mucho frío en invierno. Lo que sí recuerdo son momentos únicos e inolvidables que vivimos allí. Fue una época hermosa, donde  jamás sentimos que nos faltara algo”. Quien lo cuenta es Irene, la primera maestra del jardincito-vagón.

(Fabricio Bovier)