Antes que el barrio FONAVI de Viale fuera barrio FONAVI, en el lugar hubo una canchita de fútbol. Y esa canchita de fútbol, como tantas canchitas por aquella época, reunía a cientos de vecinos en los típicos campeonatos barriales.

Cada torneo era una sensación en el barrio. Y los partidos se jugaban a cancha llena.

La canchita que hoy rescatamos del olvido no era uno potrero más. Para mantenerla y dotarla de los servicios básicos, un grupo de vecinos había conformado la Comisión Barrio Centenario. Dicha comisión se encargaba de mantenerla, cuidarla y organizar los tradicionales campeonatos.

Corría el año 1.972, cuando a uno de los vecinos se le ocurrió iluminar la cancha. La propuesta sonaba demasiado ambiciosa y muy costosa. Por aquella época, en toda la zona, se contaban con los dedos de una mano las canchas que poseían iluminación. Incluso, la mayoría de los clubes de nuestra región carecían de luz artificial.

La propuesta de aquel vecino encontró eco en el resto de la Comisión. Y se pusieron manos a la obra. Organizaron actividades, recaudaron fondos y lograron instalar unos postes con luz en la canchita. La noche que se encendieron por primera vez, a más de uno se le cayó una lágrima. Y no era para menos.

Sin embargo, el rudimentario sistema de iluminación que existía cincuenta años atrás era muy distinto al que  conocemos hoy.

Por ello, para tratar de optimizar la visibilidad de cada partido nocturno, a un grupo de chicos del barrio se les ocurrió una original idea: Pintar las pelotas con cal antes de cada encuentro futbolístico. De esa manera, los jugadores podrían divisar mejor el balón. No olvidemos que por aquellas épocas, las pelotas eran de cuero gris y ello dificultaba verlas durante la noche.

La idea fue aceptada por la Comisión Centenario y la iniciativa -más temprano que tarde- comenzó a surtir efecto.

Así, dos días antes de cada partido nocturno, un grupo conformado por pibes de 8 y 9 años eran los encargados de la noble tarea: Pincel, cal y a esperar que cada pelota se oree.

“A veces, el trabajo nos llevaba toda una mañana. Pintábamos las pelotas con cal y las poníamos arriba de tarritos de duraznos, para que se sequen. Luego le dábamos una segunda mano y así. Hasta que cada una quedara totalmente blanca”. Quien lo cuenta a NuevaZona es Mario Olmos, uno de los gurises que conformaba por entonces el grupo de los pinta-pelotas.

El objetivo final era que el balón pueda ser visto lo mejor posible por los jugadores en los partidos nocturnos. “Lográbamos que la pelota brille”, recuerda Mario entre risas.

Cincuenta años atrás no existía la tecnología de los actuales sistemas de iluminación. Pero ello se resolvía a través del ingenio popular. En este caso, por parte de un grupo de pibitos llamados los pinta-pelotas.

(Fabricio Bovier/NuevaZona)

Foto archivo: Los ideales del gol