Está bien: No era un trineo, ni renos los que lo tiraban. Claro: El vehículo tampoco volaba, ni a Papá Noel le salía muy parecido el HO-HO-HO.

No eran renos; eran caballos. No era un trineo; era un carro. Y el Papá Noel que lo conducía tenía menos panza que el famoso que conocemos por la tele.

Así y todo, ese hombre, un domingo de diciembre volvió a recorrer las calles de la ciudad. Un domingo por la tarde, los abuelitos del Hogar, los pacientes del Hospital y los peques de la plaza pudieron vivir otra vez la magia. Esa magia que despierta una sonrisa cómplice en grandes y chicos.

Allí estuvo Cartera junto a su familia. Allí estuvieron otra vez. Porque ya se sabe: No es ni Papá Noel ni los renos los que generan el encanto. No es un vehículo volador ni una bolsa llena de regalos. Es la magia que ve la luz y que nace, cuando alguien crea, imagina (y pone en práctica) un noble gesto que comparte con los demás. (FB)