(Opinión. Especial para NuevaZona)

Cuando pensábamos que éramos intocables, o hasta a veces nos llegábamos a confiar tanto en los cuidados que eran suficiente, el virus tocó nuestra puerta. Golpeó primero a uno de los nuestros y luego nos asustó tanto que decidimos hacerle frente.

Mi nombre es H, trabajo con chicos que luchan por ser incluidos y tratamos de ayudar en ese tema.

El virus golpeó a uno de mis compañeros, un sábado a la mañana recibimos la noticia de que dio positivo, justo estaba de guardia, enseguida el alerta de mis compañeros hizo que empecemos a idear estrategias de cuidados pensando en como extremar las medidas de seguridad, más de las que estábamos teniendo, preservando la salud nuestra, de los chicos y de nuestras familias. En ese momento no dudé, enseguida pedí autorización a mis superiores, les comuniqué a mis compañeros y luego busqué algunas pertenencias para instalarme en mi lugar de trabajo, con el fin de que no circulara más la pandemia y con el miedo de que estuviera en nosotros.

Mis padres al principio no lo entendieron, pensaron en mi salud y como me podía perjudicar y a su vez yo en la de ellos que ya son de mayor edad y están en grupo de riesgo. Otro de mis superiores pensó lo mismo, decidiendo con dos compañeros más sumarse el día lunes para que cuando haya menos personas circulando sería lo mejor, unas aquí en el trabajo y las demás en su casa con sus familias y así todo se q podría solucionar prontamente, DECIDIMOS QUEDARNOS QUIETOS.

Ese sábado y domingo hablamos con los chicos y todos nos pusimos tristes, pensando en ese compañero que estaba internado, no voy a negar que llegamos a llorar, ahí tomamos la dimensión de la situación, la compañía de nuestros compañeros por mensajes de WhatsApp nos levantaban el ánimo, sumado a los mensajes de nuestras familias y amigos que nos daban fuerzas y apoyo. Llegó el lunes, llegaron dos compañeros J y E, con uno de nuestros superiores M, que nos reunió y dijo, no hay superiores, yo soy uno más y estamos acá para cuidar nuestra responsabilidad y nuestros compañeros que están afuera y así lo hicimos.

Llegó el martes, días anteriores nos controlamos la temperatura y ese día nuestro compañero M tuvo fiebre, nos reunió y nos pidió disculpas por no seguir acompañándonos, no era bueno para nosotros y los chicos que él tuviese fiebre, lo entendimos y se dirigió al hospital, lo internaron y desde ahí nos mantuvimos en contacto por celular diariamente, le mandamos audios, videos a nuestros dos superiores  para levantarles el ánimo, llegó el viernes y me tocó irme a casa, llegaron dos compañeros más para cubrir mi lugar A y D, siempre siendo optimista con respecto a la salud de nuestros compañeros internados, cuando recibo un audio que decía que el segundo internado también dio positivo, otra vez no dude, me volví a mi lugar de trabajo y nos aislamos, con el mismo fin o motivo, seguir cuidando de los nuestros por el espacio de tiempo que sea necesario, es de ahí que estamos acá, entre todos, acompañándonos pero con la mente positiva, pensando en sólo «UN DÍA A LA VEZ»

(Tiene firma responsable)