A diario, realiza trámites para numerosos clientes en organismos públicos y privados. Hace gestiones en Obras Sociales, bancos y consultorios médicos.  Su constancia y apego al trabajo le permitieron progresar.

Amalia Hunstein tiene 70 años y una vida dedicada al trabajo. Lo que para muchos puede ser una edad donde reina la quietud y el descanso, para ella es apenas un número, una edad que no representa otra cosa sino seguir en plena actividad durante el día a día.

Amalia vivió de niña en la pequeña localidad de Pedernal, Departamento Concordia. De chica acostumbró a las tareas de la casa y ayudar a sus padres. Pero sentía que eso solo no alcanzaba.

Por ello, siempre tuvo como meta la superación a partir del esfuerzo cotidiano. Fue así que, siendo niña y pese a manejar muy poco (o casi nada) el idioma castellano, pudo finalizar su escuela primaria a partir del estudio y la complementación diaria que logó con una amiguita del curso que manejaba muy bien el español. De esa forma, el dialecto alemán de Amalia y el castellano de su compañera resultó una buena fórmula: ambas aprendieron los dos idiomas y Amalia pudo concluir su ansiado Sexto Grado.

En el secundario ya no tuvo demasiados inconvenientes: La joven sabía que la educación le permitiría progresar, crecer. Fue así que cursó en una Escuela Comercial en la localidad de Villa Domínguez. Al finalizar Quinto Año en 1.964, recibió un reconocimiento por ser la alumna con mejor asistencia de todo el establecimiento educativo.

Durante su adolescencia y juventud, el papá de Amalia trabajó con encargado en la estancia Cinco Troncos de Crucecitas Séptima que, por entonces, era propiedad de una empresa brasilera.

“El 5 de octubre de 1.988 finalmente nos vinimos a vivir a Viale”, cuenta hoy la mujer con una memoria envidiable.

 

Salir a trabajar

Al ver que no alcanzaba con las tareas de la casa, Amalia decidió salir a patear la calle. Fue así que  a partir de conocimientos adquiridos durante un curso de Corte y Confección realizado en su adolescencia, no lo pensó ni un segundo y comenzó a elaborar toallas, toallones y repasadores para vender. Empezó con unos pocos y en cuestión de semanas ya había conformado un pequeño emprendimiento.

Pero sentía que podía hacer más y no quedarse únicamente con la costura. Por ello, en el año 2.004 un vecino le consultó si podía pagarle el teléfono en el banco. La mujer no lo dudó. Ese mandado se convertiría el puntapié inicial de un trabajo que mantiene hasta el día de hoy: la realización de trámites diarios en numerosas entidades públicas y privadas.

“Tengo muchos clientes que me encargan sus trabajos. La gente me tiene confianza y por eso tengo cada vez más y más tareas. Uno debe ser fiel con la plata y marchar con la verdad. Yo cobro y pongo el precio que considero justo para este trabajo”, explica.

La actividad diaria de la mujer es de lo más variada: Hace trámites en el Municipio, IOSPER, Rentas, bancos y consultorios médicos. También, gestiones en Obras Sociales, geriátricos, comercios y compañías de seguro.

Al principio, para comenzar a usar el cajero automático, la mujer debió recurrir a la necesaria ayuda del personal del banco. Pero pronto pudo comprender el funcionamiento. Tanto, que actualmente es la propia Amalia la que explica a jóvenes y adultos cómo realizar trámites en el cajero automático.